Robar en el paraíso

Fabián Cueva Jiménez

Con aspaviento y sin recato, en medios de comunicación y como parte de una intencionada propaganda, en 2014 el Ministro de Educación, hoy asambleísta, afirmaba: “Estoy en el paraíso”, anunciando la entrega de laptops a los maestros, recuperación de la rectoría educativa, jubilación de docentes, cobertura escolar, evaluación sistemática, humillación a la UNE y la construcción de 300 unidades del milenio hasta 2017. Época de abundante dinero, adecuada para preparar y tapar todos los perjuicios que están apareciendo.

Después de construir varias escuelas a un promedio de seis millones cada una, se pasó a edificar otras en menos de un millón, en corto tiempo y mayor número, con empresas y préstamos chinos. Justificó la diferencia afirmando, que la tecnología “no apareció” a su debido momento y además, por la “angustia de no hacer lo más rápido”.

Ahora, se han encontrado muchas novedades: 100 obras con incremento en los precios, ya sea por estudios mal diseñados, falta de permisos de construcción o contratos complementarios; subutilización y hasta edificaciones en comunidades, como la de Pigua Quindigua en Cotopaxi, en pleno páramo, sin consolidar el binomio arquitectura-pedagogía y lejos de considerar a los tres elementos que acompañan al niño: entorno, compañeros y adultos que le rodean. Todo por salir en la foto y algo más…

El paraíso desapareció, la obra educativa “contribuyó” al desfalco. Dicen que está en 71 mil millones y no hay acciones alentadoras para recuperarlos. Nos queda protestar, exigir y recordar a los nuevos administradores lo de Haruki Murakami: “Cerrar los ojos no va a cambiar nada. Nada va a desaparecer simplemente por no ver lo que está pasando. De hecho, las cosas serán aún peor la próxima vez que los abras”.

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