Romper cadenas

Kléber Mantilla Cisneros

Las virulentas críticas entre los asesores del presidente Lenín Moreno calzan como símil al contar la historia del periodista Jean Paul Marat contra los falsos revolucionarios de finales del siglo XVIII, en Francia, y el juramento del juego de pelota hasta derrocar al Rey por simple proclamación.

Mantener ese ficticio Consejo de Participación Ciudadana para la elección de candidatos desconocidos, quizá sacados de la acción política del narcotráfico, es una simbología de sandez por el dominio durante el ocaso del correato. Un símbolo del desatino de un decenio para perpetuarse como sea.

La cadena correísta aprieta desde la tortura inexplicable en la cotidianidad del IESS. Un medio centenar de jubilados que reclaman, en la puerta, los 20 mil millones en deudas acumuladas del Estado y el pago con la administración de una entidad rentable, sea la Empresa Eléctrica o el Banco del Pacífico.

Cual viejos mosqueteros tras la cabeza de un Bernard de Launay, en la prisión de muertes del dominio feudal y encender la pólvora y acabar con el castillo de piedra de la Bastilla. Hoy armería de la triste seguridad social. Tal demolición al despotismo se gravará con la decapitación y el grito: ¡déjenme morir!

El periodismo percibe conspiraciones por todas partes. Una Corte Constitucional con vicios técnicos como el concierto suspendido en Guayaquil de Luis Miguel o la salida del país de la Unasur, elefante ocioso en la Mitad del Mundo, la estulticia correísta y la estatua de un tuerto en cobre. Incapacidad y desasosiego, truculencia.

Restos de ‘revolución ciudadana’ que empezó por la palabra y concluye con la espada, como diría Marat, pues ‘la libertad se establece a través de la violencia cuando llega el momento de organizar el despotismo de la libertad contra el despotismo de los reyes’, y otra nueva Constitución regresará la soberanía al pueblo.

Mentira política, mala fe legislativa, monopolización de frecuencias de radio, plagio en video y falsedad electoral en auge. Aunque, en medio del desempleo y la pobreza, quién no aborrece la extravagancia de la monarquía u oligarquías. Lo mínimo que podemos exigir es una discusión abierta, transparente, clara, y canalizar la guillotina rápida, eficiente. Es hora de despertar, salir del letargo y romper cadenas.

@klebermantillac
[email protected]

Se gravará con la decapitación y el grito: ¡déjenme morir!