Error garrafal

FAUSTO MERINO MANCHENO

El presidente de la República, Lenín Moreno, al elaborar las siete preguntas del referendo de febrero del año pasado, se equivocó cuando en un anexo de la pregunta relacionada con el cese de las funciones de las autoridades del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (Cpccs) nombradas por el correísmo, indicaba, que las nuevas que reemplazarían al Consejo Transitorio, deberían ser nombradas por elecciones populares que coincidieran con las de los gobiernos seccionales, cada cuatro años. Esto es lo que nos toca ahora.

Se produce el caos actual. Más de 40 candidatos a elegirse, la mayoría desconocidos y algunos férreamente correístas. Buena parte de los electores seguramente elegirá a los primeros del listado de varones, de mujeres y de nacionalidades indígenas (3, 3 y 1 respectivamente). Un porcentaje menor pero bien consolidado de los correístas, ha hecho su campaña a través de las redes (para eso son expertos) sugiriendo votar por los adláteres suyos. La mitad de los electores anulará las tres papeletas.

Esta elección conseguirá saber cuántos mismos son los que quedan de la época de los 10 años del apocalipsis de corrupción correísta, y al mismo tiempo, la enorme cantidad de votos anulados obligará al gobierno a llamar a un nuevo referendo o una Asamblea Constituyente, con el fin de, entre otras cosas, borrar definitivamente esta entelequia denominada Consejo de Participación Ciudadana y Control social.

Todas las autoridades de control, por fortuna ya han sido escogidas de manera imparcial y con protocolos de exigencia, por el Cpccs transitorio, que concluye sus labores encomendadas por el pueblo, en abril venidero. Personas honorables e inteligentes comandadas por este viejo de oro, político sin rabo de paja que cercano a sus cien años mantiene su lucidez, coraje y patriotismo, Julio César Trujillo.

Ellos son dignos de ser tomados como ejemplo por quienes hoy compiten por el poder, pero, sobre todo, por políticos que a lo único que aspiran es a llegar para sentirse insuflados como pavos reales, y, buena mayoría, para repletarse sus bolsillos, los de sus familiares y amigos, con la plata del pueblo que los elige, en una sucesión de fracasos populares que no tienen fin.

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