Utopía o ilusión

POR: Fausto Jaramillo Y.

Hace ya 2.500 años antes de Cristo, cuando aún no existían repúblicas ni países, la sociedad humana convivía en Ciudades –Estado, de allí se deriva la calidad de ciudadanos.

Cada ciudad se organizaba de tal manera que pudiera sobrevivir. Tenía su gobierno, su ejército, su sistema jurídico y sus dioses. Por las calles de una de estas ciudades transitaba un hombre de algo más de 50 años, calvo, de barba blanca y larga; una túnica blanca cubría su cuerpo rechoncho y pequeño, calzando unas sandalias de cuero con las que daba unos pasos pequeños. Quienes lo veían pasar no imaginaban que en esa apariencia tan común bullía una mente inmensa, inconmensurable que habría de cambiar la historia de la humanidad.

Sócrates era su nombre y vivía en Atenas, la actual capital de Grecia.

Este hombre recibía en los jardines de una casa cualquiera a jóvenes de la aristocracia que acudían a estudiar los grandes problemas de la política, de la administración de justicia, de la guerra y de la vida. Su sabiduría le permitía enseñar a sus alumnos en base a preguntas, inquietudes y dudas.

Entre ellas, Sócrates soñaba con que en su ciudad, todos los habitantes tuvieran la oportunidad y la sabiduría de ejercer todos los cargos públicos de responsabilidad, al menos una vez en la vida y por eso diseñó lo que ahora llamamos Democracia, es decir un sistema en que todos los ciudadanos fueran iguales ante la ley todos fueran los guardianes de ella. Suponía que cada ciudadano debía ejercer, por un día, las funciones de general de los ejércitos, de juez, de escribano, de administrador de los diferentes espacios del poder público. Para ello debía estar enterado de la Res-pública, es decir, de los temas y problemas que afectaban a la comunidad. Para enterarse, todos ellos, debían estudiar y comprender cada detalle de aquel tema y de aquel otro, de todos los temas. Debían razonar y distinguir entre realidad y ficción, entre verdad y falsedad, entre lo bueno y lo malo, debían en suma distinguir entre lo correcto y lo incorrecto y practicar lo primero y alejarse de lo segundo, a fin de que llegado su momento, ejerciera con justicia y sabiduría las funciones que su ciudad le encargaría.

Han pasado 4.500 años de aquellos sueños y la humanidad aún no se entera de lo que pasa en su ciudad, no estudia cada tema que le afecta a él y a su familia, no busca la verdad, no practica la justicia. La Democracia de Sócrates sigue siendo una utopía inalcanzable.