Angostura

En el Congreso de Angostura, que se inauguró el 15 de febrero de 1819, Simón Bolívar emitió un mensaje que retumba frente a la desgracia que vive Venezuela a causa de lo que sus adeptos llaman socialismo del siglo XXI.

Esa pieza oratoria inaugural del célebre cónclave, a la par que es lección de civismo consolida los cimientos republicanos en contra de la desvergüenza y la tiranía. En la memorable ocasión, Bolívar expresó: “La continuación de la autoridad en un mismo individuo frecuentemente ha sido el término de los gobiernos democráticos”.

Hace 200 años, ya advirtió sobre los regímenes despóticos que se perpetúan en el mando de los países, con cabecillas que dejan herederos, así éstos no reúnan los mínimos requerimientos para gobernar, cual el caso actual de Venezuela que se debate entre la infelicidad, la corrupción y la miseria.

Bolívar fue muy claro cuando exhortó y anheló “conceder a Venezuela un gobierno eminentemente popular, justo, moral, que encadene la opresión, la anarquía, que haga reinar la inocencia, la humanidad y la paz, que haga triunfar bajo el imperio de las leyes inexorables de la igualdad y la libertad”. ¡Qué contraste entre el ideario de Bolívar y las acciones de los sátrapas que hoy desgobiernan ese país digno de mejor suerte!

El ‘Discurso de Angostura’ es pieza magistral que no ha sido olvidada por los legisladores de ahora, especialmente cuando les dijo a los de ayer: “Yo deposito en vuestras manos el mando supremo de Venezuela. Vuestro es ahora el augusto deber de consagraros a la felicidad de la República. En vuestras manos está la balanza de nuestros destinos, la medida de nuestra gloria; ellas sellarán los decretos que fijen nuestra libertad”.

El eco de estas sabias palabras se localiza en el presidente Juan Guaidó, a quien saludo desde esta columna.

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