Ojo, más préstamos, más deuda

POR: Fausto Jaramillo Y.

La noche del miércoles anterior, en cadena nacional de radio y televisión, el presidente Lenín Moreno, anunció al país que se había llegado a un acuerdo con varios organismos crediticios internacionales, para que otorguen un préstamo al Ecuador, por un monto de más de 10 mil millones de dólares; y con el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo para que dicho organismo monitoree el destino de dichos recursos y la transparencia en los trámites.

La reciente historia del país nos ha enseñado que existen dos clases de prestamistas internacionales: los organismos internacionales de crédito que entregan dinero, bajo determinadas condiciones, a largos plazos y bajas tasas de interés; y aquellos que entregan recursos sin condiciones, pero a corto plazo y con altas tasas de interés. ¿Cuáles son mejores? Pues, aquellos que convengan al país.

Los préstamos a China, con preventa de crudo incluida, nos han llevado a la crítica situación actual. El gobierno debe efectuar pagos de capital e intereses tan grandes y tan seguidos que han frenado drásticamente el desarrollo del Ecuador. El presupuesto del gobierno solo alcanza para pagar dichos préstamos y los sueldos de una abultada burocracia.

Los préstamos de los organismos multilaterales de crédito vienen a dar un respiro, en plazos y en intereses, a la caja fiscal.

Pero, sean cual sean, las fuentes a las cuales el Ecuador acuda en busca de préstamos, lo verdaderamente importante es el uso que se dé a esos recursos. Si están destinados a empujar el tren del desarrollo, a programas sociales prioritarios, a importantes e impostergables obras de infraestructura, a educación, a salud y a seguridad, entonces, los ciudadanos veríamos con buenos ojos dichos préstamos y aceptaríamos el sacrificio que significa el pago de impuestos. Pero, si ese dinero, sirve para alimentar las ambiciones de unos cuántos ciudadanos corruptos, enquistados en la administración pública, en calidad de autoridades nacionales o seccionales, o en calidad de vivísimos funcionarios, o de grupillos de delincuentes con cuello blanco, acostumbrados a medrar del presupuesto nacional, con coimas o sobre precios de las obras, pues, entonces sería otra derrota del país que queremos.

Los ciudadanos debemos permanecer vigilantes del uso de esos recursos y no distraernos de esta tarea, atendiendo a los espectáculos banales que la política y los politiqueros nos regalan todos los días.