Ají picante

Kléber Mantilla Cisneros

A un político sin palabra no se le puede dar una segunda oportunidad porque sería como volverle a poner ají a la empanada. Esa lucha de retórica inconclusa contra la corrupción parece un manjar en salsa picante, cuando se ratifica la Declaración de Chapultepec sobre la libertad de expresión y de prensa después de 14 años como otro estado del alma. Casi una golosina si se lo expone junto al dinero que llega de nuevos préstamos con el FMI y organismos multilaterales.

Sin embargo, una cucharada de bravo ají es suficiente o la comida se vuelve picante. Falta esclarecer montos acumulados, condiciones, eliminación de subsidios, generación de empleo, reestructuración de la seguridad social y el recorte de un Estado obeso.

El pimiento picante en época electoral se siente como el efecto del voto nulo o la inyección de dinero turbio en las campañas proselitistas. Una especie de trampa bien condimentada para causar el esperpento de un funesto desenlace. Claro, pica cuando un candidato se siente ganador, y más, si le rehúye al debate.

Pica cuando un Código de la Democracia encubre a esos aspirantes a conducir la gestión pública o cuando una pandilla recurre al partido de un reo para hacer política. Adobado y agrio como cuando dos periodistas de investigación, sin ser jueces ni fiscales, presentan documentos que relacionan al círculo familiar de un Presidente con empresas ‘off shore’ en Panamá y Belice y piden el movimiento de cuentas bancarias de asesores y de otro Gran Hermano.

La salsa de ají se enciende más cuando el buen periodismo saca a la luz el libro ‘Rehenes’ con los errores, omisiones, acciones y pésimas negociaciones oficiales con el grupo de narcoterroristas, que asesinaron a los colegas de diario El Comercio, mientras el poder parlamentario, judicial y militar hace silencio ante el riesgo y las alertas de reproducir la dinámica de un narco-estado.

Ají picante, patrimonio alimentario andino, con historia propia, versatilidad y sociología auténtica. Su aplicación en la gastronomía, medicina y cosmética hoy nos sirve para agriar el mal sabor del caldo que dejan los malos asesores, intermediarios y lobistas de poca monta.

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