La insoportable pesadez de la democracia…

Zoila Isabel Loyola Román

La democracia es el régimen de opinión pública basado en el principio de que el pueblo siempre tiene razón… incluso cuando no la tiene.

Atreverse a decir algo en contra de la democracia, que es una de las “verdades” con casi rango de sagrada; tener la osadía de expresar una opinión contraria sobre algo que ya estuviera “mayoritariamente aceptado”; o aventurarse a pensar, a ejercer la crítica como medio de protesta, es acusado con todos los epítetos de la lengua madre, estigmatizándolo como antidemocrático, sectario, ridículo… Y sí, no fuere suficiente… se lo acusa de estar insinuando una dictadura; obviamente no va por ahí esta reflexión.

En democracia una opinión, para que sea “aceptada por la mayoría, depende si la mayoría opinó o votó a favor o en contra. Recordemos que los acuerdos a los se llega están en función de lo que decida la mayoría. Esta práctica de llegar a consensos, es la base de la democracia. Las mayorías se pueden equivocar ¿o no? Por ejemplo: la mayoría llega a decidir de que hay que instaurar la pena de muerte y mañana, cambian las circunstancias, y la mayoría dice que no. ¿Cuál de las dos mayorías tiene razón? cuando se habla de consensos que atentan contra la vida e integridad de las personas e instituciones.

El hartazgo ciudadano con el sistema político actual, unido al malestar por la crisis económica, política y social, constituye la base para que surjan nuevas opciones políticas; las posibilidades que ofrecen las redes sociales, por ejemplo, facilitan la aparición de foros de opinión y debate con más independencia. La situación de crisis en nuestro país nos anima a comprometernos en la activación de nuevas formas de participación y compromiso político, desde una ética de la convicción muy por encima del oportunismo electoral. (O)

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