No debe haber ni ‘un gramo de perdón’

Juan Aranda Gámiz

No puede haber ni “un gramo de perdón” para quien abandona a un familiar enfermo, recién nacido o en el ocaso de su vida, porque crea que no hay posibilidad de curación, ya que la fe, la presencia y solidaridad son el mejor tratamiento posible.

No puede haber ni “un gramo de perdón” para quienes piensan en sí mismos antes que en el bienestar del grupo al que pertenecen, sin detenerse a reflexionar sobre las consecuencias de sus actos, a veces previsibles y otras incalculables.

No puede haber ni “un gramo de perdón” para quien considera al maltrato como un medio de relación y escribe con letras de imposición y marginación las frases que acabarán en castigo o en pérdida de la vida.

No puede haber ni “un gramo de perdón” para quienes humillan y alienan, porque el poder de la convicción lo aliñan con odio y menosprecio, transmitiendo el número de vacíos en valores y el trastoque de actitudes que copiaron de quienes le sirvieron de modelo.

No puede haber ni “un gramo de perdón” para quienes se empeñan en hacer lo que nunca se prometió y en prometer lo que nunca se va a hacer, porque forma parte de una demagogia que pretende arrastrar con la dialéctica del oportunismo.

No puede haber ni “un gramo de perdón” con aquellos que se consideran una raza superior, sin dejar espacio a otros miembros del mundo animal y arrinconan e hieren los pasos y los cuerpos de mascotas, propiciándoles una vida cargada de miedos y rasgos de odio.

No puede haber ni “un gramo de perdón” para el abuso físico y psicológico, porque todos estamos convencidos de nuestros derechos y el no renunciar a ellos no debe suponer enfrentar a quienes –por fuerza o status- miran a los demás desde arriba y los hunden en un mundo de olvido y llanto constantes, sobrellevando las heridas de un mundo de aparentes iguales gobernado por ilusos diferentes. (O)