Escoger nuestras influencias

Manuel Castro

Con visión e ironía Borges afirma que hay que saber escoger nuestras influencias. El fondo de la ingeniosa frase es que lo bueno, lo excelente, lo aceptable, ya está dado. Desde luego se refiere al pensamiento, obra de arte, esto es que para escribir o educarse y actuar bien, hay que leer a Shakespeare, Shaw, Homero, etc., con la esperanza de que influyan en la calidad de lo que uno espera escribir, hacer o pensar, así sea una línea o una buena acción.

Este pensamiento viene al caso por la diversa posición que han adoptado los países con respecto a la investidura de Maduro en Venezuela como presidente para el período 2019-2025, resultado de elecciones fraudulentas, sin candidatos de oposición y hasta adelantadas.

El Grupo de Lima afirma que no reconocerá a Maduro, igual la oposición venezolana, y los países europeos. Por supuesto se dan cuenta de4 que se trata de una dictadura propia de un gobierno totalitario, fruto del socialismo del siglo XXI, la cual no tiene apoyo popular sino únicamente el “apoyo irrestricto” del alto mando militar venezolano, ni siquiera de las Fuerzas Armadas como institución.

Sin embargo, hay países que no han condenado a Maduro y su farsa democrática. Nicaragua porque vive la misma farsa. Bolivia porque igual quiere quedarse Evo en el poder, legal o ilegalmente. Cuba porque vive ya sesenta años el engaño marxista populista y es su costumbre remar contra corriente y porque sus gobernantes son “dueños” de ese país, en base a una ideología sustentada en cadáveres como Marx, Lenin Stalin, Fidel, cuyos fracasos históricos son evidentes.

No sorprende la posición “neutral” del México de AMLO, porque su presidente comparte las ideas del socialismo del siglo XXI. Actitud tibia por supuesto para pasar el río, porque una cosa es con mariachis y otra con una orquesta sinfónica, desde luego hasta llegar a tener el poder total. El Ecuador parece que no sabe “escoger sus influencias” y también se ha declarado neutral. Pronto veremos las consecuencias de esa tibia lealtad ideológica, cuando precisamos de una política internacional firme y seria.

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