Nuestra naturaleza

Manuel Castro

Cerca del fin del año hacemos un análisis de nuestras vidas, del país, que son la misma cosa, desde luego culpando de algunas desgracias a la política, mientras gastamos horas en hablar mal de ella.

Las causas de nuestro desarrollo no hay que radicalizarnos en que son genéticas, propias de nuestra naturaleza y de la educación. La mente es libre pero no puede prescindir de la naturaleza, somos pensantes pero no autónomos. Tenemos codicias, perversidades, envidias, fomentadas por nuestra historia, los padres y por la sociedad. Rousseau afirmaba que la mala conducta es producto del aprendizaje y la socialización. Completaba: “No existe en el corazón humano la perversidad original. No se puede encontrar en él ni un solo vicio del que no se pueda explicar cómo y cuándo penetró en él”.

Falta filosofía, no avanzamos en el conocimiento en sí y en el conocimiento de nosotros. Steven Pinker, en su obra ‘La tabla rasa’ (la negación moderna de la naturaleza humana), con humor cuenta que cuando el hijo de un colega científico le dijo al padre que iba a estudiar Filosofía le dijo: “!Luft!” que en hebreo significa “aire”. Cuenta la historia de un joven que le dijo a su madre que iba a ser doctor en Filosofía, y la madre exclamó: “¡Estupendo! ¿Pero qué enfermedad es la filosofía?”.

Sin embargo, la filosofía tiene repercusiones durante siglos. Las ideas aparentemente etéreas de los filósofos quedan en nuestra conciencia intelectual moderna. El pensar es lo diferente del hombre.

Por pragmáticos queremos dejar lo que somos: parte de la naturaleza, de la genética y de la educación. Los países y los hombres que surgen no esquivan la contienda socrática de encontrarse a sí mismos. Lo demás, como dicen las ‘Sagradas Escrituras’, viene por “añadidura”, como la sal y pimienta en el potaje. Horacio dice: “Suprimid lo genuino y reaparecerá enseguida”.

Sabemos las consecuencias de nuestras vidas, ahora hay que buscar la causa. Tal vez un poco de orden en nuestros pensamientos ayudará, aunque la naturaleza siempre nos desconcertará. André Guide afirmaba que el mismo acto de la procreación en la mayoría de veces no es más que una “chiripa”.

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