El deber de morir

Carlos Freile

Dicen quienes saben de leyes que todo derecho está relacionado con un deber. El derecho a la libertad de expresión por parte de A establece el deber de respetarlo por parte de B. Es un hecho inconcuso e indiscutible. Por eso surge la pregunta de qué deber se corresponde con el derecho a abortar. Los más superficiales dirán que el deber de garantizarlo por parte del Estado y de proporcionar medios seguros para el efecto.

Pero en esta relación se elude tener en cuenta a un tercero dentro de esta trilogía que no pareja: aquí no solo son protagonistas la mujer y el Estado, sino la persona no nacida y temporalmente acogida en el vientre de ella. A esta persona (el ‘nasciturus’) no solo se le quita su derecho a vivir, sino que se le impone el deber de morir. En pocas palabras el ‘nasciturus’ es totalmente inocente de cualquier crimen o delito, no ha dañado a nadie, él no ha actuado libre y conscientemente contra ser humano alguno, y sin embargo debe morir.
En el caso de aborto por violación es castigado un inocente, pero el verdadero culpable puede quedar libre de cualquier castigo y disponerse a cometer el mismo crimen una y otra vez, dado que no tendrá ningún deber con la nueva vida humana que ha surgido de su perversión.

Suelen objetar que el “producto” alojado en el útero no es una persona humana todavía, pero la pregunta cae de cajón: ¿Si no es humano, qué es? Ha aparecido por la unión de un óvulo y un espermatozoide humanos, tiene cromosomas humanos, ADN humano. Si se le permitiera vivir llegaría a ser un humano consciente, capaz, sujeto de derechos y deberes. Nunca de esa unión podrá surgir algo diferente a un ser humano, aunque fuese limitado por alguna enfermedad o falencia.

Si alguien siembra una semilla de capulí crecerá un ser del “Reino vegetal” no un animal ni un humano; esta evidencia es innegable. Aunque la semilla todavía no haya llegado a ser árbol, es vegetal. Igual sucede con “eso” que comienza a crecer en el vientre materno. ¿Por qué imponerle el deber de morir? Es un ser humano inocente, tiene derecho a vivir como usted y yo.

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