Casos más extraños de la historia de la medicina

La historia de la medicina puede ser tan rara como fascinante. El experiodista de la BBC Thomas Morris lo sabe bien. En su libro ‘El misterio de los dientes que explotaban y otras curiosidades de la historia de la medicina’ (Penguin, 2018), revela los casos más extraños en los antecedentes médicos.

Entérate a continuación en un artículo que expone la BBC.

El marinero traga cuchillos
° En 1799, un marinero estadounidense de 23 años llamado John Cummings desembarcó para pasar la noche con sus compañeros en el puerto francés de Le Havre.

Allí, el grupo vio a un mago que entretenía a una gran audiencia pretendiendo que tragaba cuchillos.

Más tarde, esa noche, Cummings, quien ya estaba muy borracho, se jactó de que podía tragar cuchillos “igual que el francés”. Animado por sus amigos, el temerario marinero se metió su cortaplumas en la boca y se lo tragó.

Cuando un espectador le preguntó cuántas navajas podía tragarse al mismo tiempo, Cummings respondió: “¡Todos los cuchillos a bordo de la nave!”, antes de consumir tres más.

Fue una hazaña impresionante, si bien fue una idiotez. Aunque Cummings no intentó tragar más cuchillos por seis años, en 1805 quiso lucirse en una fiesta y repitió su actuación frente a un grupo de marineros. Pero no pasó mucho tiempo hasta que Cummings comenzó a sufrir los efectos negativos de su ‘dieta’ poco ortodoxa. Un terrible dolor abdominal hizo que comer se volviera cada vez más difícil y comenzó a morir de hambre.

Finalmente falleció en 1809 después de una larga enfermedad.
Sus médicos, que no habían creído su historia de que había comido cuchillos, quedaron inicialmente desconcertados, hasta que diseccionaron su cuerpo y se asombraron al descubrir los restos corroídos de más de 30 cuchillos dentro de su estómago e intestinos, uno de los cuales incluso perforaba su colon.

La cura de anca de paloma
° Los médicos del siglo XIX empleaban una amplia gama de remedios extraños, pero pocos eran tan raros como el recomendado por el médico alemán Karl Friedrich Canstatt.

El especialista en enfermedades infantiles daba la siguiente receta para tratar las convulsiones infantiles: “Si uno sostiene el anca de una paloma contra el ano del niño durante el ataque, el animal muere pronto y el ataque cesa con la misma rapidez”. Fue una idea excéntrica y, curiosamente, Canstatt no fue el único experto que creía que funcionaba.

Cuando el director del Hospital Infantil de San Petersburgo, Dr. JF Weisse, fue convocado para tratar a un niño que estaba gravemente enfermo, una noche en agosto de 1850, tuvo poco éxito con los medicamentos convencionales.

Desesperado, pidió a los padres que consiguieran una paloma. “Después de que el ave se aplicó al ano del niño”, anotó en un diario médico, “jadeó para respirar varias veces, cerró los ojos periódicamente, luego sus pies se contrajeron en un espasmo y finalmente vomitó”. El niño se recuperó milagrosamente, aunque no se puede decir lo mismo de la paloma: después de rechazar su comida, murió unas horas después. Cuando las noticias sobre la ‘cura de anca de paloma’ llegaron a las revistas médicas de Londres, causaron muchas risas. Pero Weisse ignoró las burlas e instó a una mayor investigación: “Los experimentos con otras aves de corral son necesarios”, escribió, aparentemente en serio. Foto: pixabay.com

El soldado que removió su propio cálculo
° El coronel Claude Martin era un soldado del siglo XVIII, quien pasó gran parte de su vida trabajando para la Compañía Británica de las Indias Orientales.

Además de disfrutar de una exitosa carrera militar, trabajó como cartógrafo, arquitecto y administrador. Se convirtió en el europeo más rico de India y también construyó (y voló) el primer globo aerostático del país.

Pero lo que es menos conocido de Martin es que fue la primera persona que realizó -y que se sometió- a un procedimiento médico que más tarde sería conocido como litotricia. Cuando desarrolló los síntomas de un cálculo en la vejiga, en 1782, Martin decidió no visitar a un médico, dándose cuenta de que una operación para extirparlo sería extremadamente dolorosa. En cambio, el valiente francés tomó el asunto en sus propias manos.

Martin diseñó un instrumento especial hecho con una aguja de tejer y un mango de ballena. Luego insertó este instrumento casero en su propia uretra y dentro de su vejiga, y raspó la piedra poco a poco. Encima de eso, el coronel repitió el horrible procedimiento hasta 12 veces al día, durante seis meses. Sorprendentemente, funcionó: al final de ese periodo sus síntomas habían desaparecido.

Cincuenta años después, algo muy similar a la técnica de Martin se convirtió en un método estándar para el tratamiento de cálculos en la vejiga, gracias a la investigación pionera de cirujanos en París, que aparentemente desconocían lo que había hecho el coronel.

Martin no solo fue el primero en hacer el procedimiento, más tarde conocido como litotricia; también fue el primer paciente en someterse a esta operación.
Foto: BBC

El cuento del molinero
° El 15 de agosto de 1737, un joven llamado Samuel Wood estaba trabajando en uno de los molinos de viento en la isla de los Perros, en Londres. Caminando en busca de otra bolsa de maíz, no se dio cuenta que tenía una soga colgando.

Al pasar frente a una de las grandes ruedas de madera, la cuerda quedó atrapada en uno de los engranajes y antes de saber lo que estaba sucediendo, voló por el aire y cayó bruscamente al suelo. Al levantarse, Wood no sintió dolor, excepto por un ligero hormigueo en su hombro derecho. Y entonces vio un objeto inesperado enganchado en la rueda: un brazo amputado. Mostrando una compostura admirable, logró bajar por una escalera estrecha y luego caminar hasta la casa más cercana para pedir ayuda.

Perder una extremidad no es un asunto trivial: la lesión de Wood fue tan drástica que los médicos que trataron al joven temían un desenlace fatal. Pero se sorprendieron al ver que el brazo había sido arrancado tan limpiamente que la vida de su paciente no corría peligro.

Wood se recuperó de su percance en cuestión de semanas y se convirtió en una especie de celebridad: las tabernas locales incluso vendían imágenes del hombre que había sobrevivido cuando un molino de viento le arrancó el brazo.

En noviembre de 1737, tres meses después del accidente, Samuel fue llevado ante la Royal Society como una curiosidad viva, con su brazo amputado, ahora conservado en alcohol, que también se presentó para que los científicos reunidos lo examinaran.