La fritada voladora, un manjar exótico que se degusta cada año

LABOR. La abuela de Samay Lima prepara los catzos un día antes, quitándoles las alas y las patas.
LABOR. La abuela de Samay Lima prepara los catzos un día antes, quitándoles las alas y las patas.
PROCESO. A los escarabajos se los pone en remojo, de dos a tres veces se les cambia el agua.
PROCESO. A los escarabajos se los pone en remojo, de dos a tres veces se les cambia el agua.
SABOR. Se los fríe en abundante aceite, únicamente con sal.
SABOR. Se los fríe en abundante aceite, únicamente con sal.
LISTOS. Unas personas dicen que saben a fritada y otros a langostino.
LISTOS. Unas personas dicen que saben a fritada y otros a langostino.

En Cotacachi, desde las 04:00, con el sol aún oculto, grupos de personas con chompas térmicas, gorras de lana y bufanda salen a recoger escarabajos, mejor conocidos como catzos. Lo hacen alrededor de la ciudad en terrenos baldíos y en el campo. Cosquillas y pequeñas punzadas en los dedos producen las patas de estos insectos al ser cazados para más tarde freírlos en una sartén. Para muchos jóvenes y adultos, además de ser una tradición, esto es un recuerdo que guardan con cariño desde la infancia.

En distintas partes de la Sierra ecuatoriana es una costumbre degustar este exótico manjar cada año, entre septiembre y octubre, cuando inicia la temporada de lluvias.

Al norte del país, en Otavalo y Atuntaqui se consume el escarabajo blanco, mientras que en Cotacachi, el marrón.

Experiencias que no se olvidan
“Cuando era pequeña, mi papi siempre estaba atento a las primeras lluvias. Me acuerdo que con él solíamos salir tempranito de la casa a coger catzos. Nos guiábamos por el sonido, porque no teníamos luz, y cuando escuchábamos que volaban cerca de nosotros los atrapábamos”, cuenta Sami de la Cruz, oriunda de la comunidad de Turucu, en Cotacachi.

“Ahora se ha implementado eso de salir con linternas”, señala. Y es efectivo, pues estos catzos vuelan hacia la luz y las personas se han dado cuenta de que es más fácil cazarlos, pero también porque así es posible observar a aquellos que tratan de esconderse bajo la tierra aún mojada.

Para los niños, en cambio, es una diversión competir por quién recoge el mayor número de escarabajos. Generalmente se los guarda en botellas, bidones y ollas. Una persona puede atrapar alrededor de 50 a 100 de estos insectos cuando ha sido una “buena volada”.

“Desde que tengo memoria, he comido catzos”, menciona Samay Lima, moradora del centro de la ciudad. “Siempre esperábamos a que las lluvias no sean tan fuertes y que tampoco caigan truenos ni rayos, porque sino al otro día no volaban. Me gustaba bastante salir con mi abuelita y con mi mami a cogerlos, pues en la madrugada ya se percibía en el aire el aroma de los catzos”. De hecho, los escarabajos producen un fuerte olor peculiar, no por feo, sino por indescriptible.

De la sartén al plato
Aproximadamente dos horas dura la búsqueda y captura de los catzos, entonces todos vuelven a casa con los recipientes repletos. Luego, se reúnen en familia para la tarea más demorosa y a veces dolorosa: sacarles las alas y las patas. Con rasguños en los dedos y manchados de negro por la tierra, finalmente se deja en remojo a los escarabajos mutilados para quitarles la suciedad. De dos a tres veces se cambia el agua y, cuando han dejado de soltar tierra, se los fríe en abundante aceite, únicamente con sal.

De la paila al plato se sirven con tostado y se los come de un solo bocado. De textura crujiente y saladitos, los catzos deleitan el paladar de los comensales, mientras que otros muestran caras de desagrado. Su sabor es especial, muchos lo comparan con la fritada, de ahí su apodo ‘fritada voladora’. Pero algunos comentan que se asemeja al sabor de la cabeza del langostino a la plancha. ‘Cada loco con su tema’ y ‘en gustos y colores no discuten los doctores’. Lo cierto es que hasta que usted no los lleve a su boca, no podrá juzgar la tradicional experiencia de comer la ‘fritada voladora’.