Estimados Corozos

Pablo Escandón Montenegro

Cuando en la década de los 70, la Junta Suprema profesionalizó a los periodistas empíricos, otra era la situación educativa y mediática. Había periodistas como Hernán Rodríguez Castelo y Alfonso Espinosa de los Monteros, por mencionar casos opuestos: uno formado académicamente y el otro dedicado al oficio por completo.

Desde esa decisión hasta nuestros días, el mundo ha cambiado mucho, estimados Corozos, pues las escuelas de Periodismo pasaron a ser Facultades de Comunicación y mucha gente que se formó en Filosofía, Ciencias Sociales y Educación y participó en esa transformación necesaria para construir en este campo académico.

El periodismo, si bien, para muchos es un oficio muy incipientemente, en este país se ha convertido en un campo de estudio desde la Comunicación Social. Existe en la Escuela Norteamericana la Teoría del Periodismo, que también ha sido desarrollada por catedráticos españoles, con la finalidad de tener un cuerpo de estudio reglado.

Todos los defensores de la no titulación se comparan con García Márquez, con Caparrós, con Kapuscinski, pero no son ni su sombra. ¿Dónde están sus grandes reportajes convertidos en libros, dónde sus grandes investigaciones? No, estimados Corozos, tampoco llegan a ser como el asambleísta, que a la final fue campeón con Olmedo. Para ello tuvo que hacer carrera y formarse, ¿o cualquiera puede ser futbolista, porque tiene dos piernas y puede patear un balón? No, mis Corozos, no somos Messi o Aguinaga.

Eliminar la titulación para ejercer una profesión organizada en ciclos por facultades y escuelas, que ofrecen hasta posgrados, es volver a querer curarse con el barbero, como en tiempos de Cervantes: “Hagámonos sangrías y listo”.

No, mis queridos Corozos, ustedes no son ni Aguinaga ni Gabo, pero viven queriendo serlo: estudien más.

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