Peligro constitucional

Manuel Castro M.

En pocos días estará designada la nueva Corte Constitucional, con seguridad integrada con los mejores elementos profesionales, experimentados y conocedores del Derecho. La preocupación es que ese alto Tribunal de Justicia se regirá y tendrá los derechos señalados por la Constitución, nacida en Montecristi con sabor a “revolución ciudadana”, tanto que sirvió de instrumento jurídico exclusivamente al anterior gobierno con sometimiento ideológico.

De acuerdo al artículo primero de la Constitución “El Ecuador es un Estado constitucional de derechos y justicia”, no un Estado de derecho. Por tanto el “nuevo derecho” no el “tradicional”, conformen lo clasifican y lo han puesto en vigencia los socialismos del siglo XXI, es el que legalmente nos rige. El sustento jurídico y doctrinario para tal posición es que las exigencias de la justicia han obligado a que la ley no sea la única fuente para el juez. Aquello de “que el juez es la ley que habla” ha quedado a un lado, pues han cambiado los métodos de aprehender la realidad.

Aducen que la Ley no es “neutral”, pues señalan que es la voz de los grupos dominantes, convirtiéndose en un legalismo incapaz de cumplir sus funciones sociales mínimas. Por ello, los sustentadores de este “nuevo derecho” o neoconstitucionalismo instan a las cortes o tribunales constitucionales a desafiar el formalismo jurídico imperante.

De aplicar esos criterios -y es posible en base a la Constitución vigente-, para garantizar los derechos fundamentales, es que éstos podrían ser atendidos exclusivamente sujetándose a la Constitución, que es la única que subsistiría en las decisiones de las cortes constitucionales, con lo que se prescindiría en muchos casos de las leyes civiles, penales, laborales, comerciales, pues ya no “habría el monopolio de la Ley”.

El tratadista Diego López Molina afirma que incluso la imparcialidad no excluye la idea de justicia sustantiva. Y sostiene que los jueces constitucionales deben participar como “generadores y no como reproductores acríticos del discurso”. Como hace miles de años volvería Salomón a repartir justicia.

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