Contagios emocionales

Rodrigo Contero Peñafiel

Las personas toman decisiones o emiten criterios cuando están seguros de que su idea, juicio y razonamiento es el correcto. Una buena parte de la población se resiste a participar en política y reacciona negativamente, pese a que se trata de asuntos que tienen relación con el progreso del país. El compartir ideas nocivas y fingidas se va convirtiendo en una enfermedad de transmisión verbal que puede acarrear una epidemia nacional, reflejada en situaciones políticas, económicas y sociales de mucho riesgo.Quienes hacen política por conveniencia personal piensan que la opinión de la gente no tiene importancia, si esta no está ligada al interés particular del “líder” y del grupo al que representan. Los organismos del Estado, que fueron dependencias de un gobierno turbulento que practicaba la democracia populista y un mal llamado cambio de época, montado en un pensamiento de personalismos y revancha, han hecho de la transparencia un laberinto de confusiones y actitudes negativas, que lleva a cambiar de opinión cuando se tratan temas de trascendencia y responsabilidad para el país.

“Dime con quién andas, te diré quién eres y la actitud que tendrás” parece ser la afirmación, repetición y contagio de un populismo político, que se introduce en las masas permitiendo una contaminación intensa, similar a la de los microbios que ahora hace cambiar de criterio a las personas formadas en una década de confusión ideológica, excesivamente emocional, impulsiva y violenta.

¿Cómo entender el cambio de argumentos y actitudes de los “nuevos políticos” que sin ninguna sensatez buscan espacios de poder?, ¿se infectaron los unos a los otros o sus estilos de pensamiento resultaron tan contagiosos que hemos llegado a una denigración de las masas?

Los seres humanos no somos islas emocionales que actuamos en solitario y siempre estaremos en riesgo de contagio; las emociones viajan de persona a persona, como un virus que contamina fácilmente el espacio de la ética y la moral, agrupando a los mismos de siempre en el saco de las ambiciones.

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