Atado de manos y pies

Salvatore Foti

La prioridad del actual Gobierno, oficialmente, ha sido formalmente la lucha a la corrupción, pero en el fondo y en la forma se ha dedicado a destruir a Correa y al correísmo. La destitución de Glas fue seguramente uno de los hechos más emblemático de dicha arremetida que oficializó su divorcio con la “revolución ciudadana” y al mismo tiempo envió un mensaje muy claro a sus nuevos aliados, o sea, de que se están respetando los pactos y que cuando renunciara a la presidencia no se quedaría al mando nadie fiel a Correa.

A esta estrategia hubo seguramente una reacción benigna y favorable por parte de la mayoría de la población ecuatoriana y seguramente se impulsó una imagen muy positiva del actual gobierno.

Por ende, a distancia de un año y medio desde que Lenín Moreno asumió la presidencia, resulta difícil entender qué está fallando como para que haya una baja muy fuerte en la popularidad del Presidente. Es evidente que las promesas de campaña no están siendo respetadas, pero lo que más contribuye es la situación económica que tanto afecta a la población. La gente nota que no hay trabajo y que hay una preocupante recesión, aunque son pocos los que lo admitan.

Moreno parece quedarse conforme con la aprobación de grupos económicos y políticos que lo tienen amarrado de manos y pies. Hace lo que le dicen y sus colaboradores más cercanos no parecen estar a la altura de la coyuntura que atraviesa el país. Parecería que los colaboradores de Moreno intuyen o saben que todo acabará mucho antes de los cuatro años y por esto el esfuerzo es siempre enfocado a corto plazo. Lo único de largo plazo que tienen es el “plan toda una vida”, para el cual habrá que esperar toda una vida antes de que se realice algo.

Moreno está preparando el camino al próximo presidente claro está, pero tal vez subestimen el hecho que Rafael Correa sigue teniendo más del 30% de voto duro sin ni siquiera estar en el país y a pesar de todas las acusaciones que se le han hecho. Moreno y sus aliados ocultos deben empezar a apretar los tiempos y empezar a implementar las sorpresas que nos reservan, pues caso contrario el país solo habrá perdido tiempo.

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