Bolsonaro, el bolchevique

Jaime Durán Barba

La elección de Jair Bolsonaro como presidente de Brasil desató una guerra de conceptos fantasmales del siglo pasado. Algunos pretenden definirlo usando la taxonomía de la Guerra Fría y concluyen que el partido nazi o el belicismo pueden apoderarse del continente. Nada de eso tiene sentido. En nuestros países existen grupos con ideologías arcaicas sin posibilidad de acceder al poder.

Tampoco las fuerzas armadas pretenden ni pueden instaurar dictaduras para combatir al comunismo. Las únicas dictaduras militares que sobreviven en Venezuela, Nicaragua y Cuba son de izquierda.

Si la misoginia, la homofobia y el racismo son los argumentos para ubicar a Bolsonaro en una categoría ideológica, tendríamos que decir que es bolchevique. Las categorías vacías no sirven para ordenar la realidad. Cuando los conceptos no tienen relación con lo que ocurre confunden. Para entender lo que sucedió en estas elecciones de Brasil se necesita analizar el escenario en el que se dan y comprender lo que la mayoría de los electores ve en este dirigente.

Para la mayoría de quienes lo apoyaron, los valores que dieron forma a la imagen de Bolsonaro fueron dos. El primero, una ola de rechazo a los partidos, sindicatos y otras instituciones de la democracia representativa. El segundo fue el tema de la seguridad. Bolsonaro ofreció una lucha sin límites en contra de la delincuencia, que es el problema más sentido por la gente de su país.

En Brasil el fenómeno es más dramático porque 17 de las 50 ciudades más peligrosas del mundo están en ese país. La mayoría quiere que acabe con la delincuencia y el narcotráfico de cualquier manera, siente que mientras su vida está en peligro los políticos hablan de lo que les interesa.

El tema de la corrupción fue el detonante final de la vieja política brasileña. La sensación de que la política está podrida pareció confirmarse con los sucesivos escándalos del Mensalão, el Petrolao y el Lava Jato. Dirigentes de todos los partidos políticos se vieron envueltos en estos escándalos. Bolsonaro estuvo al margen. Nombró ministro de Justicia al juez Sergio Moro, líder de las investigaciones sobre la corrupción.

Necesitamos pensar la realidad latinoamericana creativamente. Hay una crisis de conceptos que estamos en la obligación de superar, respetando la forma de pensar de otros, bajando de los pedestales en los que frecuentemente nos colocamos. Nadie es dueño de la verdad.

*Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.