El gigante despertó

Ugo Stornaiolo

Brasil dejó años de gobierno del Partido de los Trabajadores y puso otra piedra en el epitafio del socialismo del Siglo XXI y el Foro de San Pablo. Los brasileños se cansaron de la corrupción de Lula y Dilma, de Odebrecht, Petrobras y Lava Jato.

“No podemos seguir coqueteando con el socialismo, el comunismo, el populismo y el extremismo de izquierda”, dijo Jair Bolsonaro tras su triunfo. Inapelable, con 55% de votos que colocan al ex militar y extremista de derecha frente a la octava economía mundial. Donald Trump, sintiéndose corresponsable, lo felicitó inmediatamente.

Liberar a Brasil y a Itamaraty de relaciones internacionales con visos ideológicos “a los que fuimos sometidos en los últimos años” fue otra de sus ofertas, aludiendo al Foro de San Pablo.

Surgen las primeras señales de su gobierno: su ministro de economía es Paulo Guedes, liberal de la Escuela de Chicago y ofreció el ministerio de justicia a Sergio Moro (fiscal de Lava Jato). Su acercamiento con Chile y EE.UU., deja dudas sobre Mercosur, aunque apoye a Mauricio Macri, en Argentina.

¿Vuelve la noche neoliberal? Esto puede ser matizado. La mayoría que votó contra Lula, su partido y la corrupción fue un sentimiento capitalizado por Bolsonaro, moderando su discurso en segunda vuelta. Su estrategia funcionó, por el ejército de trols que manejó sus redes sociales y las falsas noticias.

Bolsonaro no tendrá mayoría parlamentaria y debe aliarse con otros partidos. Su rival, el PT, tiene pocas opciones de lograr mayorías. Será esencial el rol de las instituciones del estado para mantener el sistema democrático y evitar sus propuestas a favor de la dictadura, las armas o cárcel para opositores. Aunque sus anteriores actuaciones políticas dicen lo contrario.

El mayor temor es que el líder elegido en las urnas implemente un modelo autoritario similar, aunque ideológicamente contrario, a Venezuela o Nicaragua. Jair Bolsonaro debe mostrar sus virtudes rápidamente (perseguir la corrupción y dar a conocer listas como la de Odebrecht). El resentimiento que le permitió ganar las elecciones se volverá en su contra, si no actúa en consecuencia.

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