Fujimori: apetito de poder

Mariana Velasco Tapía

El termómetro para el fujimorismo fue el domingo pasado. Más de 23 millones de peruanos ejercieron su voto en elecciones regionales y municipales y las cosas no serán las mismas para Fuerza Popular. Nadie está seguro de nada.

El keikismo, que aspiraba a consolidar su partido, sufrió un cataclismo nacional al perder donde creían que podían ganar. La “estrategia de guerra” en pos de acumular poder y doblegar a sus adversarios, no funcionó. Es el peor momento político para la hija del expresidente, quien además está acusada de lavado de activos, con orden de prisión.

Sin embargo, el revés para Keiko podría estimular el apetito de su competidor y hermano Kenji, cuyos movimientos y cálculos no habrían sido neutralizados, como parecía. Restan tres años para conocer cómo los hermanos Fujimori resolverán sus contradicciones con miras a las elecciones presidenciales de 2021.

El ADN político fluye por los doble K ( Keiko, Kenji), pero en algún momento su padre, desde la cárcel o clínica, tendrá que hacer explícito el apoyo a uno de los vástagos y definir al heredero que le permita jugar en el tablero político de los próximos años.

Keiko, en estos momentos detenida, es hasta ahora depositaria principal de la herencia fujimorista, a pesar de haber perdido dos elecciones presidenciales. Logró mayoría absoluta en el Congreso.

Kenji nunca ocultó que su principal propósito político era conseguir la libertad de su progenitor, a quien considera líder del fujimorismo. Tras el indulto, las ambiciones políticas crecieron, además que el presunto apoyo paterno despertó sueños presidenciales. El capital político del padre es el motivo de la pugna, pero a pesar de todas las diferencias, Keiko y Kenji son fujimoristas.

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