Aznavour

“…Mi corazón se amarga un poco al envejecer…” (Je m’voyais déjà – Charles Aznavour).

¡La saudade comienza a morir!

¿Cómo entender lo sincero de este sentimiento dicho en la nostalgia del verso de su poema puesto voz y puesto música?; sé cómo comprenderlo, se cómo creerle, porque ese grito viene de un hombre que ejerció su nostalgia hasta el último aliento de su vida; del ser que cantó sus saudades hasta el último latido de su extensa existencia, ella la de los noventa y cuatro años íntegros en el escenario de la vida, en el de los aplausos, de los llantos. Con seguridad él durmió para siempre sus años resintiendo el ver como se apaga la vida, la de su eterna “…bohemia de París / alegre, loca y gris…”, aquella que para él y para nosotros es la de “…un tiempo ya pasado…”, ella la de ‘la flor de su edad’, de la nuestra.

Aznavour compuso y cantó, dicen que desde su infancia, y fue el ícono indiscutible de las soledades, los recuerdos y las dichas ausentes; en su voz se nos dibuja clara la melancolía e imaginamos las citadinas tristezas de la sociedad parisiense de la generación que a él la acunó y que a las nuestras las marcó con la impronta indeleble de las añoranzas; por eso se repiten incansables sus versos, los de Paris: “…La bohemia, la bohemia / Que yo viví, su luz perdió / La bohemia, la bohemia / Era una flor y al fin murió…”.

Dicen que no despegó más rápido en su vida de cantante, porque se dedicó a componer las canciones icónicas del “gorrión de París” Edith Piaf (Jézabel por ejemplo), o hizo las de Juliette Gréco o compuso también para Eddie Constantine, era el Aznavour tras los cortinajes de la fama, hasta que en 1953 decidió ser él, componer para él y el mismo cantar. Nació la leyenda, nació la nostalgia.

Hoy que ha fallecido, lo recuerdo en sus propios versos, imaginando su voz cascada por el tiempo y las nostalgias, recuerdo las palabras que lo dibujan, las de su bella canción, “Quería verte de nuevo”, dedicada a una de sus tristezas, ahí él lo dijo: “…No sé qué decir ni por dónde empezar / los recuerdos abundan, invaden mi cabeza. / Y mi pasado vuelve del fondo de su derrota. / No, no he olvidado nada, nada olvidado…”

C’est fini.