Ineptocracia: mal latinoamericano

Ugo Stornaiolo

Las fuentes atribuyen la palabra al catedrático de Filosofía, académico y escritor francés Jean d’Ormesson: “Un sistema de gobierno donde los menos aptos para liderar son elegidos por los menos capaces de producir y aquellos miembros de la sociedad menos capaces de sustentarse a sí mismos o de triunfar son recompensados con bienes y servicios procedentes de la riqueza que le ha sido confiscada a un número cada vez menor de productores”.

Movimientos populares han instalado en el poder a personas poco calificadas para gobernar. El concepto se asocia a los populismos latinoamericanos –de derecha o izquierda-. Algunos fueron derrotados en las urnas y otros se aferran, pese a su ineptitud (Maduro en Venezuela y Ortega en Nicaragua).

No necesariamente tienen un bajo perfil intelectual y seguidores hipnotizados. Alcanzan el poder mintiendo sobre la realidad en la que viven. Sus errores son magnificados en medios y redes sociales, convirtiéndolos en “bufones modernos”.

La ineptocracia busca establecer un orden social: no pueden manejar su vida, pero quieren manejar la vida ajena. La ineptocracia aparece en elecciones, cuando se elige a los menos aptos. Hablan de temas que desconocen y manejan conceptos inconcebibles. Van ganando espacio incluso en el ámbito académico.

Un ensayo del italiano Carlo Cipolla sobre la estupidez humana afirma: “El colectivo de gente estúpida es el más peligroso del mundo”, y responsabiliza a la mayoría por escoger a los menos capaces. Es un ciclo donde los ineptos escogen a otro para que los premie con negocios, contratos y prebendas, mediante nepotismo, improvisación, adulación y obsecuencia.

Los ineptos creen que re-fundan países, rompen con el pasado y evitan consensos. Su opuesto es meritocracia (promoción por méritos) y su sinónimo es mediocracia (mérito del mediocre). Improvisan leyes mal escritas e inconstitucionales, con vicios y trampas. Declaran emergencias para favorecer allegados. Necesitan asambleístas sumisos e incapaces. Al acabar su poder, muere su proyecto. En Ecuador, este fenómeno ha sido permanente durante la última década.

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