Sensibilidad sobra

Manuel Castro

Frente al ocaso de Venezuela la sensibilidad sobra. Los analistas políticos piden que se haga algo para que se derrumbe el régimen de Maduro, no precisan que es ese algo. La OEA tibiamente pide respeto a los Derechos Humanos, elecciones libres, nobles aspiraciones que son respondidas agresivamente por el gobierno venezolano. La ONU más tibia aún, tiene otros casos mundiales “más importantes” que atender. Trump es un populista que tiene desconcertado al mundo, pues ni los brujos, ni la CIA ni los republicanos saben que sucederá en el futuro con el personaje y su supuesta política nacionalista, en el fondo comercial. El Vaticano indiferente a los crímenes sociales que suceden en Venezuela, Nicaragua, Bolivia, seguramente olvida que los cristianos “tibios” no se salvarán.

El fondo del asunto y ante el cual cierra los ojos el mundo y cierra los libros de historia, es que los regímenes marxistas jamás entregarán el poder por las buenas, mediante diálogos o sometimiento a los tratados internacionales (Carta de Conducta Roldós y otros), ratificados inclusive por Venezuela o peor elecciones libres. Castro duró cincuenta años y los sucesores continúan con la misma doctrina marxista, importándoles un pepino lo que sufra el pueblo, pues primero es el partido, la revolución y las canonjías que disfrutan sus jerarcas endiosados.

Ayer Chávez, hoy Maduro, mañana Diosdado. “Siempre que sea revolucionaria, ninguna acción es un crimen” han proclamado los marxistas en dónde han gobernado. El dominio total es su meta, por ende mal pueden hacer caso a lo que digan los opositores, demócratas u organismos internacionales, además que lavan el cerebro inculcando que la democracia liberal es una institución “burguesa”.

La Unión Soviética, después de purgas y adoctrinamiento marxista, cayó desde adentro, cuando ciertos dirigentes reconocieron el descalabro económico irremediable del sistema socialista. Venezuela vive esa crisis. La oposición tiene que unificarse, las fuerzas armadas salvarse, el pueblo emigrar o protestar. La desintoxicación populista marxista debe ser interior. El resto, literatura.

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