Praga, agosto 1968

Carlos Freile

“Prohibido olvidar”, ha sido un lema muy repetido en nuestros lares en la década cancerígena. Sus sostenedores tenían toda la razón; pero cometieron el grave desafuero de recordar solo aquello que servía a sus intereses, cuando lo sensato, y lo honesto, es no olvidar nada del pasado, en la medida de lo posible. Pero con el pasado colectivo sucede lo mismo que con la memoria individual, se adultera con el paso de los años, por decaimiento de las células o por la disminución de la honradez.

Conviene traer al presente lo sucedido en Praga hace 50 años; el gobierno comunista de Alexander Dubcek decidió llevar adelante un proyecto imposible: construir un “socialismo con rostro humano”. En primer lugar, la mera formulación del proyecto escondía la confesión de que el sistema imperante en la URSS y sus satélites (léase colonias) no solo tenía la apariencia de inhumano, sino que lo era, basta recordar los millones de muertos y desplazados producidos por él.

El programa incluía “libertad de prensa, de expresión, de asociación, de mercado….”, lo cual rompía las bases mismas del sistema totalitario comunista, sostenido no por la voluntad popular sino por la fuerza de las armas. Por ello el dictador soviético Leonid Brezhnev se preocupó y al poco tiempo convocó a los países miembros del Pacto de Varsovia (sus colonias) para resolver la peligrosísima situación: al final la decisión fue la única posible dada la ideología y la realidad de esos estados: la invasión militar.

El 20 de agosto de 1968 cerca de medio millón de soldados y de tres mil tanques invadieron Checoeslovaquia y la ocuparon, en medio de la casi indiferencia del mundo democrático. El pueblo resistió con piedras, con plantones frente a los tanques, con gritos… Pero perdió frente a la fuerza bruta; los defensores de los proletarios del mundo reprimieron con sangre a esos mismos proletarios que pedían un poco de libertad; pero esto los comunistas no podían aceptar, pues ya lo dijo Lenín: “¿Libertad, para qué?”

Si no recordamos lo sucedido en Praga, volverá a suceder en cualquier otro país.

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