ALBA-TCP

Andrés Pachano

El pasado 23 de agosto, el Ministro de Relaciones Exteriores, en rueda de prensa manifestó que: “…Ecuador no continuará su participación dentro del ALBA…”, poniendo así fin a la participación del país en la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de los Pueblos (ALBA-TCP) que nació en el 2004 a iniciativa del entonces presidente de Venezuela Hugo Chávez como un mecanismo de cooperación de los países de América Latina y el Caribe basado en “la solidaridad y en la complementariedad de las economías nacionales”, como respuesta al ALCA de Bush (Área de Libre Comercio para las Américas); el Ecuador se adhirió en el 2009 al club ALBA integrado por las más pobres economías de la región (en ese entonces Venezuela era la única excepción). Solo tres países sudamericanos eran (hasta el pasado jueves) socios de este club: Bolivia, Ecuador y Venezuela, el resto de integrantes: un centroamericano Nicaragua (Honduras fue expulsado tras el golpe a Celaya) y los demás son ocho estados de islas del Caribe. Como para decir: una verdadera junta entre “el hambre y la necesidad”.

El masivo éxodo de ciudadanos venezolanos ha sido la oportunidad de oro encontrada por la política exterior nacional para alejarse de las directrices venezolanas, haciendo un sesgo al eje liderado por Maduro; de ahí que el Canciller de la República al expresar que “…la decisión de la salida del ALBA es una decisión firme del Ecuador, que busca ratificar la independencia de nuestro país en su accionar general en la política regional…” marca claramente la nueva postura de la política exterior del país. A este claro mensaje hay que sumar otro tan importante en el mismo sentido, el de alejarse de las coyundas sectarias, así se entiende la invitación del Gobierno Nacional a una reunión de cancilleres del sector para tratar, de manera global la crisis humanitaria en Venezuela y el consecuente desplazamiento de sus ciudadanos, problema que, originado por Maduro, atañe a nuestros países.

Parece que son ya otros vientos los que soplan, los de una política exterior profesional, muy lejana a la estrambótica y sectaria que marcaba el compás en los días de Patiño y Espinosa.