Los fiesteros afro mantienen la fe a la Virgen de las Lajas

ALTAR. Los sitios donde se coloca el cuadro o la imagen de la Virgen de las Lajas generalmente va acompañado de otras estampas religiosas. (Foto: ‘El santoral católico afroecuatoriano’)
ALTAR. Los sitios donde se coloca el cuadro o la imagen de la Virgen de las Lajas generalmente va acompañado de otras estampas religiosas. (Foto: ‘El santoral católico afroecuatoriano’)
ALTAR. Los sitios donde se coloca el cuadro o la imagen de la Virgen de las Lajas generalmente va acompañado de otras estampas religiosas. (Foto: ‘El santoral católico afroecuatoriano’)
ALTAR. Los sitios donde se coloca el cuadro o la imagen de la Virgen de las Lajas generalmente va acompañado de otras estampas religiosas. (Foto: ‘El santoral católico afroecuatoriano’)

Se trata de otra de las fuerzas espirituales que forma parte del santoral católico.

En territorio ancestral del Chota, la Concepción y Salinas (Imbabura); Selva Alegre, Maldonado (Esmeraldas), la fiesta de la Virgen de las Lajas se celebra el 16 de septiembre y viene desde Colombia, especialmente de la comunidad mestiza de las Lajas en Ipiales (Nariño), en la frontera con Ecuador.

La devoción parece ser una herencia en las familias afroecuatorianas. Son los padres los que han influenciado en los hijos para que estos, con el paso de los años, continúen manteniendo la tradición de realizar las celebraciones.

Carlos Grueso Coroso, fiestero (quien hacen el festejo) de Selva Alegre, cuenta en el libro ‘El santoral católico afroecuatoriano’, de autoría de John Antón Sánchez, que la conmemoración o los arrullos (cantos para los santos) a esta virgen en Esmeraldas ya se está perdiendo. “Al menos en el río Santiago son pocas las comunidades que la festejan”.

Del mismo modo, Graciela Preciado, de 52 años, y fiestera en la comunidad de Maldonado, manifiesta que la devoción es el resultado de la influencia de su padre, quien comenzó con esta costumbre después del milagro que –dice– le hizo al curarla de los fuertes dolores de cabeza que sufría.

Perdiendo la fe
Doña Graciela recuerda que antes los arrullos eran “muy lindos” y asegura que en esos tiempos la Virgen era muy milagrosa, convocaba a las personas de los otros pueblos y unía a las comunidades por medio de las festividades.

“A través de las conmemoraciones santas, los arrullos se amanecían de claro en claro. Ahora somos pocos devotos, pero seguimos manteniendo las costumbres, ya que no podemos dejarlas perder, porque tenemos mucha fe”, dice muy convencida.

A pesar de esta situación, Graciela dice preparar el evento con mucha alegría y se apresta a recibir con agrado a amigos, parientes y conocidos que llegan de otras partes.

Los preparativos para el arrullo a la Virgen de las Lajas inician la víspera y los fiesteros se dividen en grupos. Uno se encarga de la adquisición de aguardiente, pescado salado, carne de chancho, verde, caramelos y cigarrillos, otro levanta el altar y un tercero construye la balsa.

La fiesta
El 15 de septiembre de cada año, a las 19:00, la población de Maldonado se reúne en el malecón para ver las balsas navegar de arriba hacia abajo y viceversa, en el río Santiago.

Este acto dura unas dos horas y quienes permanecían en el malecón, alumbraban con velas en espera de que los fiesteros topen tierra con la imagen, para recorrer el pueblo e ir a la casa donde se había preparado el arrullo. “Eso era arrullo y arrullo hasta el amanecer”, cuenta Graciela Montaño en el libro de Antón Sánchez. (CM)