Rodrigo Campaña

Miguel Ángel Rengifo Robayo

Dediqué varios años una serie de ensayos que aún no miran la luz, una meditación al aire, qué significa ser de un modo o de otro; qué reflexiona la realidad que nos rodea, se puede ilustrar la memoria de recuperar lo ocurrido para no especular, y entramar la empresa del santo oficio, preciar la cumbre de nuestro pensamiento antes de que desaparezca, constatar su existencia.

Lo recuerdo, ubicar sus huesos sobre una silla roída por el estridente sonar de una Olivetti que insiste palpitante sobre una hoja en blanco, las teclas musicalizan las sentencias, obsesivamente; sabe de memoria la rugorosidad de una vasija, de un dios enclenque y roto horneado en barro de hace unos quinientos años antes de cristo y diferencia bien el pliegue de un cuenco que data de estas culturas habitadas en lo que hoy llamamos Latacunga, tierra de mitimaes, Cotopaxi, los panzaleos, los caras, los colorados.

Tributar, casi a menudo, sobre el pensamiento y el desarrollo de la cultura en nuestra ciudad guarda sus nombres propios; en una ciudad inicial, le faltan dotes y argumentos para definirla, asfixiante argumento para seguir escribiendo. El escenario debe develar y leerse nuevamente con la cultura central y común y la del Ecuador. Relecturas sobre las identidades, la relación geográfica mitad imaginaria, inventada, y vinculada al universo, universalidad y desasosiego.

Rodrigo Campaña Escobar educador e investigador latacungueño nacido en Latacunga en 1922, su perfil vital nos refiere que cursó sus estudios en el Colegio Vicente León, prestó servicios en la II Zona Militar en la ciudad de Riobamba obteniendo el grado de Subteniente de Infantería de Reserva, en 1942 ingresó como Profesor del Normal Rural de Pujilí, posteriormente desempeñó funciones en la Escuela Manuel Salcedo de la parroquia Eloy Alfaro, Profesor y Director de la Escuela Isidro Ayora.

Esa madeja larga con que se teje, entreteje y se extiende por todo un siglo y más, como vestigio urgente de las generaciones que, sin ánimo de ofensa, deben insistir en esas mismas personalidades: rescatando su legado, valorando su obra creada, “Los Caras, su presencia indudable en Latacunga”, o sus artículos de su vida periodística que aparecieron indistintamente en diarios y revistas locales reunidos en su memoria autobiográfica, Añoranzas.