Somos lo que somos

Este tema es verdaderamente apasionante debido a que cada individuo demuestra la abundancia de su corazón con dosis de amor a su país, así es lo que corresponde al pueblo, de quien emana todos los poderes del Estado. Así se demuestra la excelencia no superada en orden inmaterial, dándole un precioso sello de distinción que perdura a través del tiempo. Se trata de un gran grupo humano que permanece unido por vínculos especiales de homogeneidad cultural, histórica, política, económica, lingüística. Este es el sueño de todos los países del mundo que, lamentablemente, aquí estamos muy lejos de poder soñar.


Qué bonito sería tener un gran grupo humano con idéntico origen o por lo menos historia y tradiciones comunes; este conjunto de caracteres que distinguen a una nación. Como la diferenciación se transforma en real identidad, citemos algunos ejemplos: Los suizos son ordenados y cumplidores de la ley. Los ingleses son persistentes y estudiosos. Los japoneses son trabajadores y pacientes. Los italianos son alegres y románticos. Los franceses son cultos y refinados. Los ecuatorianos somos inteligentes y buenas personas.


Claramente podemos establecer que se trata de una conciencia abierta al entendimiento de todos los pueblos, donde la nacionalidad vibra constantemente, develando en todos sus compromisos con las causas más nobles como gran símbolo de su propia identidad que se traduce en orgullo nacional.


Qué pena que en nuestro Ecuador no podamos proclamar una distinción de orgullo; en los últimos años se ha configurado el odio, la venganza, el egoísmo, hasta los movimientos y partidos políticos no se pueden ver de cerca, lejos de que los sectores se den la mano para una marcha unificada hoy tan necesaria para elegir un gobierno que en verdad encuentre el derrotero que pueda salir adelante fuera del abismo al que hemos llegado.