Salvatore Foti
A los familiares del equipo periodístico que perdió la vida a manos de alias ‘Guacho’, el Gobierno le debe, por lo menos, la verdad. Saber que el supuesto material desclasificado que se le entregó en mayo es una burla, debe dolernos a todos. De ser esto cierto sería una infamia hacia toda la sociedad ecuatoriana. No puede ser que al nefasto desenlace del secuestro ahora se pretenda añadir el despistaje y la mentira.
Los funcionarios que se ocuparon del caso no supieron o no pudieron lograr la liberación de los rehenes, mientras que los actuales no pueden rescatar a lo único que podría devolver un mínimo de justicia a todos los involucrados: la verdad. ¿A qué o a quién se le tiene miedo?
Si el asunto fue manejado con profesionalismo y probidad, ¿por qué no hacerlo público y así demostrar que tuvimos y seguimos teniendo funcionarios a la altura de la situación? Ocultar la verdad significaría, en cambio, que no se supo manejar la situación y que a lo mejor otros protagonistas y gobiernos hicieron y deshicieron más de lo que en las altas esferas quieran admitir.
Las ejecuciones de los tres periodistas y de la joven pareja, de la cual muy pocos hablan y tampoco el Gobierno, son evidentemente el peor resultado que podíamos obtener y esto indicaría que hubo errores estratégicos. Insistir con tanta terquedad en la negación no beneficia a nadie. Quien hoy ostenta el poder debe entender que muy pronto este hecho será juzgado por la Historia y que probablemente tendrá mucha más relevancia que otros.
Quien hace los cálculos políticos hoy, se está equivoca burdamente, afectando demasiado al Ejecutivo. Esperemos que el presidente Lenín Moreno logre hacerse cargo del tema y sepa, de ser el caso, dar la cara siendo franco y directo con todos los involucrados.
El actual hermetismo solo debilita a nuestras instituciones y genera un ambiente de desconfianza que el Ejecutivo no se merece. Esperemos que triunfe el sentido común y nos devuelvan, por lo menos, al último rehén: la verdad.