Avión presidencial

Contraloría investiga el uso de los aviones presidenciales para articular la dinámica de corrupción durante el correato. Un Embraer Legacy 600 y el Dassault Falcon 7X, juntos costaron USD 78 millones pero importan sus rutas, destinos y cada pasajero: asambleísta, empresario, futbolista, modelo o dirigente barrial. Cada equipaje que subieron y no registraron.

Todo, añadida la auditoría a la aerolínea TAME y los 144 viajes inexplicados desde 2012 hasta mayo de 2017: cumbres, citas de negocios, turísticas, de placer, salud y confort. Cada entrada y salida en más de 45 países.

Ahora, la ciudadanía requiere el detalle de las visitas a China, Japón, Corea, Irán, Bélgica, Indonesia, Catar, Arabia Saudita, del recorrido a la Antártida en el Polo Sur, a la Bielorrusia de Aleksandr Lukashenko; a Turquía, de Recep Erdogan y a Libia, de Muamar Gadafi. También los taxi-rutas a Venezuela, Nicaragua y Bolivia

Importa cada factura de los enlaces ciudadanos realizados y los equipos transportados a España y cada valija diplomática a Italia; los encuentros en el Vaticano; las repetidas a paraísos fiscales del Caribe y las conexiones en EE.UU.

En sí, el Decreto Ejecutivo 974 y otros exponen que el correato gobernó en promedio casi un año y medio desde el exterior, entre periplos presuntuosos, gabinetes de excursión y comitivas de comparsa, que incluyen gastos de honras fúnebres de Fidel Castro, Hugo Chávez y Néstor Kirchner.

En promedio entre 30 o 40 personas por comitiva sin precisar detalles de René Ramírez, los hermanos Alvarado y de los cancilleres Guillaume Long, Ricardo Patiño y María Fernanda Espinoza, ni de los exvicepresidentes de entonces y ahora.

El ‘avión presidencial’ es el símbolo más infame del correato. Un referente de desfachatez política. Una pista grotesca del clientelismo mafioso, del intercambio de favores y retribuciones. Una estampilla de embajadas y consulados convertidos en tiendas de supercherías, de mercaderes receptores de ‘honoris causa’ a cambio de levantar la marca del caudillo autoritario, divisionista, cínico y sabelotodo.

De ahí el riesgo de un continuismo tapiñado, del reciclaje perpetuo de cargos y las contradicciones procaces como la falsa austeridad fiscal o la burla a los familiares de periodistas asesinados, pueden desatar la ingobernabilidad de un pueblo asaltado, engañado y cansado.

[email protected]
@klebermantillac