El barro se niega a morir en El Calvario

objetos. Se pueden elaborar distintos jarrones, ollas, tortugas, alcancías, tiestos y mucho más.
objetos. Se pueden elaborar distintos jarrones, ollas, tortugas, alcancías, tiestos y mucho más.

Manuel Olmos y Aurora Suárez son los esposos que más años tienen en el oficio de la elaboración de utensilios de barro. Viven en el barrio El Calvario (Cotopaxi). El hombre, sentado en el torno, da forma a un jarrón. Su problema auditivo no le permite escuchar con claridad lo que su hija le dice, pero sonríe y continúa con entusiasmo su labor.

Por su parte, Aurora, también sentada en un banquito de madera en el patio de la casa, les pone color a los objetos que crea su pareja. Es como si hubiese asistido a una escuela de artes, pues sabe perfectamente hacer diseños y figuras, así como combinar los tonos.

Frente a su casa vive Martha Olmos, primera hija de la familia. Ella, junto con sus retoños, también vive del oficio. En su vivienda tienen un pequeño taller. Un par de planchas de zinc, troncos a los costados y plástico negro son los materiales con los que está hecha su minifábrica.

Paso a paso

En un largo plástico tendido en el patio de la casa de Martha, el barro se seca con el calor del sol. Esta tierra que aún está en grandes grumos se empieza a disolver por el proceso del ‘golpeado’. Con ayuda de un palo, Diego Sangoquiza, el hijo mayor, remueve la tierra una y otra vez. “El barro debe estar totalmente seco para después cernirlo y quitar todas las piedras”, comenta su primogénito.

Tradición. La habilidad de crear objetos de barro se transmite de generación en generación.
Tradición. La habilidad de crear objetos de barro se transmite de generación en generación.

Mientras Martha, con su hija Jéssica Sangoquiza, sentadas en el torno, elaboran su pedido de 3.000 ollas encantadas o más conocidas como piñatas, Diego lleva con esfuerzo en carretillas la tierra y la coloca en un costal grande extendido en un rincón de este taller. Además tiene un balde de agua que sirve para la mezcla del proceso de ‘bailado’.

Juan Pablo Olmos, hermano de Martha, llega saludando a todos, se quita sus zapatos de cuero, dobla su pantalón hasta la altura de sus rodillas, descalzo pone sus pies sobre la tierra que absorbe brevemente el agua, “Le estábamos esperando tío, no teníamos quien nos dé ‘bailando’”, manifestó Jéssica, a lo quien brevemente responde: “estuve donde el vecino ‘bailando’ el barro”.

Juan ‘baila’ en círculos una y otra vez sobre la tierra. Después de una hora y media, que es el tiempo estimado de este proceso, se forma una masa como la del pan o las empanadas. Los pies de Juan están cubiertos de barro. Un poco cansado y agitado da el aviso de que ha terminado su trabajo.

Mientras tanto Diego toma una parte de esta masa y la golpea con una piedra lisa, dándole la forma de un circulo plano, como una pizza, para que su mamá y hermana continúen con la elaboración de las ollas.

Los utensilios acabados se secan al aire libre para después entrar en al proceso de ‘quemado’. En un horno de leña durante una hora se funde el barro para que tenga dureza y tome un color entre amarillo y anaranjado, muy parecido al ladrillo.

LABOR. En el horno entran aproximadamente 1.000 objetos de barro.
LABOR. En el horno entran aproximadamente 1.000 objetos de barro.

El trabajo en familia

Doña Aurora, con ayuda de un bastón sencillo y un poco de dificultad, llega para acompañar y ver lo que su familia está haciendo. Muy sonriente y carismática pregunta a todos, ¿como están? “Antes ella era quien ‘bailaba’ el barro junto con mi abuelo, pero ahora su problema de cadera le impide incluso caminar con normalidad”, señaló Diego.

El Dato
La tierra negra llega desde los páramos del Tingo Grande, en una volqueta que a las familias de este barrio les cuesta 90 dólares.
Martha tiene los nudillos de sus manos muy marcados, seguramente el contacto con el barro durante toda su vida es lo que ha hecho que además se note la resequedad. Inmediatamente moja sus palmas para colocar este material sobre el molde de las ollas que está fabricando. Cuenta que desde niña ya le gustaba estar junto a sus padres.

CONSTANCIA. Don Manuel trabaja con alegría y entusiasmo. Sus manos crean productos de calidad.
CONSTANCIA. Don Manuel trabaja con alegría y entusiasmo. Sus manos crean productos de calidad.

Jéssica afirma que la elaboración de estos objetos se realiza por partes. En la primera fase se moldea la base para después complementarla con el filo o boca de la olla.

El Dato
El costo de cada olla encantada es de 15 centavos.“El estar trabajando en nuestra casa nos permite estar cerca de los hijos, cuidarles y trasmitirles la habilidad que Dios nos ha dado”, concluyó. (MBG)