Ángelo Ayol, el ‘exmejía’ que se enfrentó al poder hasta lograr justicia

ENTREVISTA. Ángelo Ayol, durante su diálogo en las instalaciones de La Hora, en Quito.
ENTREVISTA. Ángelo Ayol, durante su diálogo en las instalaciones de La Hora, en Quito.

El 17 de septiembre de 2014, estudiantes del colegio Mejía protestaron contra el Gobierno de Rafael Correa. Decenas fueron aprehendidos y en los días siguientes aseguraron que hubo maltrato policial.

Varios de ellos dijeron que no tuvieron nada que ver con la protesta y anunciaron demandas. Sin embargo, desistieron porque no confiaban en el sistema judicial y porque el accionar de la Policía tuvo el pleno respaldo público de Correa. Solo un estudiante decidió mantenerse en su verdad y terminó probando que fue golpeado y torturado esa noche. Su nombre es Ángelo Ayol.

Tras cuatro años, el Tribunal de Garantías Penales de Pichincha le dio razón. El 2 de julio dictó 10 años de prisión contra el subteniente David A., como autor de tortura, y cinco años para el cabo segundo Freddy F., por omisión. Ayol se atreve a relatar lo que pasó esa tarde y qué le motivó a seguir. Viene acompañado de sus padres, Alicia Barros y Bolívar Ayol, y de Gabriela Flores, la abogada de Inredh, un organismo que defiende los Derechos Humanos.

Siento rabia, enojo. Como que quisiera desquitarme, pero a la vez siento miedo. Rabia, por lo que me hicieron y miedo, también por lo que me hicieron”.“Estaba saliendo a coger el bus. Estaba a unos dos metros de los policías y arremetieron con todo. Yo iba en la vereda y mi reacción fue correr.

Me botaron al suelo. Me vi rodeado por unos 10 policías que me cayeron a patadas, a golpes. Una moto (de la Policía) me tropelló, me pasó por la rodilla izquierda. Vino otra y me golpeó la pierna derecha. Me siguieron pegando y me decían que me levantara, que caminara. Y yo no podía caminar”.

¿Cómo se siente tras esta sentencia de primera instancia?

Tranquilo, se está haciendo justicia. Hemos luchado cuatro años. A la vez, contento, porque estamos dejando un precedente, ya que se ha sancionado a esos malos funcionarios policiales. Sin embargo, siento que todavía no es suficiente porque fueron más de 10 policías los que me agredieron.

De los golpes, con el paso del tiempo uno se recupera, lo sicológico es más complejo”.¿Tiene algún significado especial que la sentencia sea por tortura?

Es una victoria, es la primera vez que en nuestro país se hace justicia por un caso de tortura a un estudiante. Se comprobó el maltrato y la represión. Esto es una lucha de todos los que fuimos golpeados.

¿Participó en las manifestaciones de ese día?

No, yo no participé.

“Me esposaron y me subieron en la moto en medio de dos policías. El que se puso atrás me comenzó a golpear en las costillas y en la cabeza. El que manejaba me empezó a dar con el casco en la cara. La moto no avanzó ni dos metros y ya perdí el conocimiento. Me desperté dentro de un cuarto de la Unidad de Policía Comunitaria de La Basílica. Estaba golpeado, sangrando por la nariz y los dos policías que estaban ahí se dieron cuenta de que me desperté y me lanzaron gas a los ojos. Me metieron otra patada en la cara. Ahí fue realmente la tortura. Los dos me golpeaban al mismo tiempo. Yo pedía auxilio, gritaba que me quitaran las esposas pero me revolotearon y me dejaron ahí…”.

¿Qué secuelas físicas quedaron?

Tenía golpes en todo el cuerpo: raspados en toda la piel, moretones. Estuve en el hospital casi dos días y medio. El parte médico fue traumatismo cráneo encefálico y politraumatismos. Yo siempre hacia deporte, pero después de eso estuve como tres semanas con cuello ortopédico, ya no pude hacer ejercicio. No puedo estar parado ni caminar bastante, porque llega un punto en que la rodilla me duele mucho. También una secuela en la espalda, no puedo alzar mucho peso.

¿Y en lo sicológico?

De los golpes, con el paso del tiempo uno se recupera, lo sicológico es más complejo. Yo me movilizo en moto y en todos los sectores de Quito uno pasa y hay operativos de la Policía: piden la cédula. Ese rato me dan como lagunas mentales, es como si me van a identificar y ¡toma!, porque sé de qué es capaz la Policía. Mejor no les digo nada, ni siquiera les veo a los ojos.

¿Qué siente hacia la Policía en estos momentos?

Rabia, enojo. Como que quisiera desquitarme, pero a la vez siento miedo. Es algo que me paraliza. Rabia, por lo que me hicieron y miedo, también por lo que me hicieron.

¿Cómo debe manejar la Policía una manifestación?

Los policías han dicho que aplican el uso progresivo de la fuerza. Si un manifestante está violento, se le va a detener violentamente, es lo que dicen ellos. Pero en el momento en que una persona está detenida o sometida, para qué pegarle si ya está neutralizado, por qué golpearlo después.

Decenas de estudiantes dijeron que fueron maltratados en esas fechas, incluso amenazaron con denuncias, pero solo su caso se concretó ¿Qué le impulsó?

A mí me indignaron muchas cosas. Fui testigo de cómo actuó la Policía y lo que me hizo a mí. Cuando me reintegré al Colegio, hubo casos peores que el mío. Después, los propios profesores nuevos decían en clases ‘bien hecho, ojalá les hayan matado’, ‘bien que les pegaron’.

¿Con esas palabras? ¿Usaron esas palabras?

Con esas palabras. Después los papás salieron a hacer huelga de hambre, que no duró ni un mes. También hubo mamás que se le arrodillaron a (Rafael) Correa. Todas esas cosas me dieron fuerza, indignación. Y a mi familia también.

“Una cosa es contarlo y otra vivirlo. No sabía ni dónde estaba. Me di cuenta después de que estaba en la UPC, porque ya recuperé la visión con mi ojo izquierdo. Pero el rato en que los dos policías me golpeaban, no sabía dónde estaba. Yo sentía que los manes me querían matar…”.

¿Estaban conscientes de que la Justicia era muy cuestionada y que iban a enfrentar una institución?

Siempre tuvimos confianza en la Justicia, no le tuvimos miedo al poder. Claro que sabíamos a lo que nos enfrentábamos, pero teníamos que seguir para que la Policía no vuelva a actuar así, especialmente en contra de los estudiantes, para que no vuelva a torturar a un estudiante.

¿Cree que hubo un espíritu de cuerpo entre los policías durante el juicio?

Creo que un falso espíritu de cuerpo. Había momentos en que se encubrían y otras veces se botaban la pelota entre ellos. Unas veces se defendían entre ellos y otras se acusaban.

¿Qué le falta a esta sentencia?

Que ellos ofrezcan disculpas públicas. Los policías que me agredieron, la Policía como institución y el Ministerio del Interior. (HCR)