‘Varvaridades’ en el fútbol

Carlos Freile

En el Mundial de Fútbol que finaliza mañana se ha usado el VAR, sistema por el cual el árbitro principal es asesorado por otros, quienes se hallan fuera de la cancha y miran el partido en pantallas de televisión. La intención, según los directivos de la FIFA, es evitar errores mayúsculos, de tal manera que no haya evidentes perjuicios ni favores para ningún equipo.

Lo cierto es que el VAR también se halla sujeto a la libre interpretación del árbitro; hemos visto cómo la misma jugada, idéntica, calcada, a veces goza del honor de ser revisada, otras no, y en contadísimas ocasiones se cambia la decisión. Solo en un caso, el testimonio del VAR es utilísimo: cuando existen dudas si la pelota ingresó totalmente en el arco o no, el ya proverbial gol llamado “fantasma”.

En pocas palabras, los árbitros pueden seguir cometiendo “varvaridades”, como por ejemplo que el jugador del equipo A dé un pisotón al del B y el supremo juez le saque amarilla a este (sucedió en Rusia). Se suele decir que eso es bueno, que “la polémica es la esencia del fútbol”; esto será así para los comentaristas con camiseta (¡los hay tantos y tan desvergonzados por aquí y por allá!), pero para un hincha del fútbol, aun con equipo favorito, pero sobre todo del fútbol como juego de habilidad, de inteligencia, de creatividad, el árbitro y el VAR deben velar para que se cumplan siempre las reglas, para que no se gane con pillerías o sapadas; y deben cuidarse de no otorgar ayudas ilegales por acción o por omisión.

Por eso, desde esta modestísima columna, señalo mi solidaridad indignada a las selecciones de España, Brasil y Colombia, pues fueron vilmente perjudicadas, según mi criterio; dejo constancia de que, cuando no participa el Ecuador, mis simpatías van por Alemania. No solamente se desvirtúa el juego con penales evidentes no pitados, sino con faltas cobradas al revés, con saques de esquina escamoteados, con tarjetas discrecionales, con algún fuera de juego no cobrado, o al revés.

En resumen, el árbitro sigue siendo el rey: ordena y manda, con VAR o sin VAR.

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