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PATRICIO CÓRDOVA CEPEDA

La mala política, aquella que es propiedad de mediocres populistas, que ofertan todo sin medida con tal de obtener votos, cautivar a los incautos, es la que espanta y aleja a gente buena de la posibilidad de ser candidatos. Además, que una campaña electoral cuesta mucho dinero y la inversión importante en tiempo, lo que obliga a desatenderse de la familia y el trabajo habitual. Por eso también se piensa que quién gana lo primero que hace es buscar mecanismos para recuperar lo invertido en campaña y triplicar ingresos, bajo el lema inmoral que “hay que aprovechar el momento”.

Pese a esta negativa situación, vivida en lo nacional y seccional, tenemos todavía esperanza en que si hay cómo escoger seres humanos con capacidad suficiente y revestidos de profunda honestidad para dirigir los destinos de nuestros cantones y provincia.

Estamos cansados de populacheros, de gente poco preparada, que ni siquiera en sus candidaturas llegan a conocer las competencias de los gobiernos locales, peor planes de desarrollo y organización territorial, no leen ni las normas más elementales de las leyes básicas, no saben lo que es participación ciudadana, ignoran presupuestos, necesidades, indicadores de pobreza, niveles de vida, etc. Les interesa solamente reivindicar sus figuras, sus antecedentes supuestamente intachables de honradez, que han surgido desde la pobreza y no sabemos cómo ahora son casi potentados, hablan de millones y de ser exitosos empresarios. Vanidad más vanidad, adornos que no les queda, simplezas que la población debe rechazar, porque no estamos ni en un baratillo de ofertas ni en competencia del más famoso o pulcro.

Si queremos escoger lo mejor, lo más idóneo, o no volvernos a equivocar, si anhelamos cambios sustanciales, seamos más activos, más exigentes, más ciudadanos.