La idea precede a la acción

Manuel Castro

Cuando realizamos cualquier acción, buena o mala, somos pragmáticos. Hoy hay una exigencia que en política seamos pragmáticos, o sea prácticos, no teóricos, útiles. Tal exigencia por principio es absurda, pues el pensamiento precede a la acción. El ser humano con todas sus irracionalidades es racional, pues en primer lugar actúa movido por la razón o el convencimiento.

La revolución comunista en la URSS duró 80 años no porque acabó con el zarismo, injusticias sociales (o intentó) sino porque estaba sustentada en el marxismo leninismo. Cuando esas ideas o predicciones fracasaron se hundió el sistema.

Otro ejemplo banal pero real: la mini falda. No porque las mujeres empezaron en el 60 a usarla surgió la libertad sexual. Esa forma de vestir surgió porque empezaba a campear la libertad sexual. Cuando en el 68 se dijo “Prohibido prohibir” no nació el orgullo gay, el derecho al aborto y otras manifestaciones que antes su solo enunciado asustaban.

Era resultado de que la idea de la libertad sin límites, de “ser justos y libres, de no hacerme cómplice, ni por el silencio de los egoístas y de los poderosos”, como juraba y expresaba de sí mismo el poeta Shelley, obligaron al mundo a cambiar o por menos a respetar la libertad individual.

Contra toda lógica muchos sostienen que una teoría buena mal aplicada resulta nefasta (ponen el ejemplo de la fracasada revolución marxista, tanto que hay neo marxistas). Es una creencia que no se ajusta a la verdad, pues lo que fracasa es la teoría. Tal vez es el fanatismo casi religioso, que es “mortal enemigo de la cultura de la libertad”, como afirma Karl Popper, conduce a reinventar los fracasos, con nombres nuevos como Socialismo del Siglo XXI o Podemos o MORENA (ahora pálida ideología de López Obrador).

Inútil despreciar las ideologías, pues no hay opción de suprimirlas. Como dice Vargas Llosa, es necesario una sociedad abierta donde impere la libertad y la tolerancia, que evite una sociedad cerrada origen de gobiernos totalitarios o de nacionalismos: “Horrible herejía enemiga de la civilización occidental”, como la califica el liberal Popper.

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