Rigoberto Valencia

Luis Fernando Revelo

Un viejo epigrama griego ha conservado el epitafio de ese gran cazador y poderoso guerrero de la mitología griega, Meleagro, el cual debería esculpirse sobre la tumba, no solo de los poetas, sino también de los maestros. “Cuando hasta los mármoles declinen y la parca deshile nuestra vida, el maestro irrumpirá entre las sombras de ultratumba con la serenidad de quien cumplió en la tierra con todo su deber”.

La implacable guadaña ha segado la vida del maestro, Luis Rigoberto Valencia tras una penosa enfermedad y próximo a frisar sus 88 años de fructífera existencia. Don Rigoberto, como cariñosamente lo tratábamos, supo cumplir a cabalidad con la tarea encomendada. Formado en las aulas del glorioso Normal Juan Montalvo, fue armado caballero para andar como el Quijote, a tajos y mandobles, portando en sus manos la escocedora tizona de la verdad y del bien. De su proficuo periplo de docencia dan testimonio Juncal, Chaltura, Natabuela, San Antonio de Ibarra, la escuela 28 de Septiembre. Con sobrados méritos supo desempeñarse como Supervisor de Educación Física, luego la Supervisión general, hasta que ocupó el sillón de la Dirección Provincial de Educación de Imbabura. Siempre se le recuerda agradecidos por su pundonoroso cumplimiento del deber, su lealtad y sus siempre patrióticos servicios demostrados en la Jefatura política del cantón y en la Gobernación de nuestra provincia.

Intachable como miembro de la Casa de la Cultura, de la Sociedad Bolivariana. Fue un caballero de elevada prosapia moral e intelectual. Rigoberto Valencia descansa ya en la paz inefable del Creador. Su arcilla perecedera ha vuelto a la tierra nativa que abrió su anchuroso seno para recibir y guardar con maternal cariño uno de sus mejores frutos de sus entrañas.