Venganza

POR: Fausto Jaramillo Y.

Desde hace algunos años, se ha instalado en el Ecuador político, un sentimiento muy parecido a la venganza. Apenas se conoce la posición de un ciudadano y ya los adversarios salen a las redes sociales y a las conversaciones a plantear su inmediata penalización, sin pruebas de que hubiera cometido algún delito, y sin pensar en su enjuiciamiento por autoridad competente.

En este ambiente, resulta imposible que en el Ecuador habite un ciudadano probo, honrado, competente para cualquier función y trabajo. Nadie está libre de pecado, todos somos sospechosos y culpables sin que medie un debido proceso. El antiguo aforismo de que todos somos inocentes hasta que autoridad competente no declare lo contrario se ha trastocado y ahora todos somos culpables hasta que se demuestre lo contrario; y, lo peor, ya no hace falta la justicia, pues, las redes sociales se encargan de determinar la inocencia o culpabilidad de cualquier ciudadano sin que el acusado pueda ejercer su legítimo derecho a la defensa.

Es tal este comportamiento que ahora todos somos culpables de tener un familiar o un amigo; de haber coincidido en una reunión de cualquier tipo, de haber opinado favorable o desfavorable sobre un personaje, para que, enseguida, aparezcan comentarios condenatorios que inhabilitan a presentar carpeta para ejercer tal o cual oficio o trabajo.

Nos hemos olvidado de que como humanos, desde nuestro nacimiento, tenemos relaciones familiares, de amistad, de compañerismo, en suma de que somos seres sociales y como tales, nuestra vida transcurre en relación con otros seres humanos. Esas relaciones no deberían estigmatizar a nadie, son nuestros actos los que nos definen. Pero, el afán de atacar al adversario político es tan desmesurado que, con tal de destrozar su memoria y su presencia en la vida nacional, no meditamos en las consecuencias nefastas del ambiente que hemos creado. Con estas prácticas no construimos democracia, estamos destruyendo una pacífica y honrada convivencia social.