Pan vivo

POR: Luis Fernando Revelo

Sucedió allá por el año 1264, con un sacerdote alemán, violentamente tentado de dudas sobre la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, cuando se encontraba celebrando la misa en la iglesia de Santa Cristina de Bolsena y, en el momento en que se levantaba la hostia sobre el cáliz, esta se transformó en carne real cubierta por completo de sangre abundantísima que se derramó sobre los corporales. El Papa Urbano IV, que se encontraba en Orvieto, ciudad cercana a aquel lugar, ordenó que el corporal sea trasladado a la Catedral, donde aún hoy día, es venerado por los fieles. El portento fue suficiente para que Su Santidad, instituyera la festividad de Corpus Christi.

Este prodigioso suceso dio lugar a que los orvietanos edificaran su magnífica Catedral, célebre en toda Italia, por su incomparable fachada, en la que se encuentra reunido cuanto pueda desearse de armónico, rico, bello y grande en arquitectura, pintura, escultura y obra de mosaico. Los santos corporales teñidos con la prodigiosa Sangre, son venerados en un magnífico Altar de la misma Catedral dentro de un precioso tabernáculo, monumento perenne del prodigio acontecido.

No cabe la menor duda de ese amor inmenso de Dios a los hombres a través de la Eucaristía. Los santos de la Iglesia han honrado a Jesús Eucaristía. ¿Cómo hemos correspondido nosotros a tal amor? ¡Cuántos crímenes se cometen en el mundo! El día alumbra misterios horribles de iniquidades, de corrupciones, y entre sus oscuros velos envuelve la noche otros más espeluznantes todavía. El vicio desconoce la vergüenza.

Frente a tantos desmanes que se cometen, urge una reparación, que únicamente se la encuentra en la adoración eucarística. Que la caridad se estremezca de júbilo y que la devoción goce con Jesús Sacramentado.