Intocables o sinvergüenzas…

Por: Alfonso Espín Mosquera

Siempre me he preguntado por qué el presidente Moreno había mantenido el mismo equipo económico que devastó al país, por qué siguen los responsables de la nefasta situación que estamos viviendo. Me atrevo a creer algo que me contó una persona de buena fuente sobre el particular: “El correísmo más allá de la inmensa corrupción, había entrampado el sistema financiero – económico del país con códigos indescifrables, de tal manera que era imposible operar en esas circunstancias”.

Ante esto, ciertamente, no le quedaba otra que tener algunos de los anteriores funcionarios de alto calado, para caminar en los laberintos construidos del mal. De no ser así, el Presidente sería igual o peor que Correa, su falsedad no tendría límite y cada palabra que saliera de su boca sería una tomadura de pelo para todos nosotros.

Después de todo lo que hemos visto, una vez que se acabó “la década ganada”, nada no nos debería asombrar, pero sí debemos empezar la cuenta regresiva hasta que se vayan del poder los indeseables.

En ocasiones me he preguntado, con mucha franqueza, si a las personas decentes les interesa el poder, el ejercicio público de alta decisión, y creo que habrá gente honesta que si toma este camino se expone a dos posibilidades: cambiar su conducta radicalmente y hacerse al sistema de corrupción o abrirse y negarse a participar en política. Parecería que el daño es universal, pues no se explica cómo en Nicaragua, Rusia, Venezuela y en todos los confines del mundo, el poder quiere ser eterno. Ciertamente quien llega a ostentar el poder, olvida sus buenas intenciones y vive solamente para sostenerse en su “trono”.

Correa nos traicionó, nos defraudó, se burló de los ideales y de la filosofía que sostenía la lucha progresista, pues con recursos, estructura social y apoyo popular, desperdició la oportunidad histórica de procurara mejores días para el Ecuador. Con seguridad sus compinches nunca fueron decentes como para haber permanecido tantos años y pretender, con cara de suela, mantenerse como si nada.

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