Un país secuestrado

No solo por lo ocurrido en la frontera norte, que dejó muerte, miedo y desolación. El secuestro es a nivel general en un estado de anomia que no sacude la conciencia de los ciudadanos. Un país a la deriva, secuestrado por pocos, y con un capitán que no lleva el barco hacia aguas seguras.

Hay acciones aisladas, pero poco coordinadas, de las autoridades en temas económicos, sociales, políticos e internacionales. La única certeza es que no hay certeza. Instituciones al garete, funcionarios –como la canciller- con agenda propia, sobrepuesta al interés nacional.

La política de defensa en la frontera tiene –por fin, tras diez años- un comandante seguro, el general Oswaldo Jarrín, conocedor del tema, que tiene empatía con las Fuerzas Armadas. En el ministerio del Interior muchas dudas y sospechas ante las pocas calificaciones –y ciertas amistades inconvenientes- que muestra el ministro escogido.

El Consejo de Participación Ciudadana, presidido por Julio César Trujillo, es otra de las pocas certezas, intentando imponer la voluntad del pueblo en las urnas ante personajes –como Jalkh- e instituciones que están en el marasmo, mientras estos usan artimañas para aferrarse a sus cargos.

El titiritero del ático de Bruselas aún conspira y maniobra. Eso se evidencia ante muchas decisiones, incomprensibles, que sigue tomando un gobierno que parece seguir anclado a posturas ideológicas anacrónicas, que pierden vigencia en el mundo.

Incomprensible que no se diga nada sobre la tragedia venezolana y la represión nicaragüense. Habrá –quizás- acuerdos ocultos con los líderes de esos países (parte de las agendas particulares por fuera de Carondelet). Presidente, cuide su palabra y su imagen. Fue su desatino hablar de temas médicos en Cuenca.

En la Asamblea, tanto oficialismo como oposición demuestran lo difícil que es llegar a consensos. Ni siquiera en el tema fronterizo se ponen de acuerdo. ¿Qué ocultan algunos asambleístas? ¿Por qué no quieren investigar el financiamiento de las campañas del anterior gobierno? Las encuestas muestran una caída de popularidad, que es el último activo que tiene el gobierno.

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