El corazón de la comunidad

Fabián Cueva Jimenez

Según la Unesco la escuela unidocente, unitaria o multigrado, apareció oficialmente en 1970, nació como las primeras en el mundo, para enseñar y aprender de todo, con un maestro y en una sola aula, para poblaciones dispersas y de distintas edades.

En Ecuador, con políticas educativas erradas, por otros intereses, desde hace 5 años se cerraron muchas escuelas. Por decir, en Esmeraldas, de 265 clausuradas, 30% fueron unidocentes, con el pretexto de crear las Educativas del Milenio.

El Presidente anuncia reaperturas y su Ministro dice que fue un desacierto eliminarlas y convoca a un estudio sobre distancias de las comunidades a la escuela, transporte, infraestructura y pertinencia cultural.

Para ser objetivos nos acercamos a una rural, con 30 alumnos, no cerrada por la protesta firme de los padres de familia. Hallamos un estratégico punto de encuentro; al corazón de la comunidad, llena de abuelos, niños, jóvenes, padres, donde todos colaboraban alegremente entre baile y comida.

Y un maestro normalista, director y conserje, que se transformó en sujeto creativo, por las escasas herramientas pedagógicas: las informáticas casi cero, textos y contenidos lejanos a su realidad geográfico-cultural y hasta en inglés “propio para expertos”.

La escuela unidocente no es una escuela cualquiera, en su maestro está la riqueza, porque aunque tiene muchas razones para buscar excusas y no asistir, siempre está presente y no ofrece lo que otros hacen: educación holística, robótica, impresiones 3D, pizarras y libros digitales.

Esas escuelas deben entusiasmarnos, no para extinguirlas, sí para realizar verdaderas reformas; para dar razón a importantes pedagogos que afirman que el éxito es empezar por los marginados y no con las élites urbanas de clase media.

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