Libertad y comunicación política

Jaime Durán Barba

Los ciudadanos quieren que los líderes resuelvan sus problemas de inmediato. El gobernante debe reaccionar con agilidad ante las demandas, actuar y comunicar en poco tiempo. Esto les lleva a algunos a caer en la superficialidad de correr tras los tuits sin ser conscientes de que, aunque la gente no tenga tiempo el dirigente debe pensar y planificar antes de actuar.

Vivimos expuestos en una vitrina. No se trata solamente del uso indebido de la información que se encuentra en algunas redes, sino de que, aunque no lo sepamos, constamos en centenares de listas de tiendas en las que hemos comprado, de empresas que nos regalan apps, de instituciones públicas, privadas y de todo tipo. Nos espían. Estamos vigilados permanentemente.

La sociedad es más democrática, la gente no cree en caudillos iluminados. Antes, los militantes obedecían ciegamente a quienes conducían; en la nueva sociedad desaparecieron los semidioses. La gente sabe que todos los dirigentes son humanos y su sabiduría limitada. Con la televisión se incorporaron a la vida cotidiana. No sirve gritar consignas, hay que aprender a conversar.

Todos los ciudadanos quieren participar, opinar de todo. Eso no significa que estén dispuestos a estudiar documentos, ni a leer papeles que explican cualquier cosa. Así es la gente de la edad del internet. Es bueno estimular mecanismos que canalicen ese deseo de participación.

Por lo demás, en la medida en que más personas comunes se incorporan al manejo del Estado, tienen menos espacio las actitudes de los delirantes que organizan marchas, piquetes, salen a la calle con armas, enmascarados, y tratan de acabar con la democracia. Un desafío de los nuevos tiempos es encontrar formas de canalizar la protesta.

La protesta es parte de la vida actual. Se generalizó un sentimiento de solidaridad con los más débiles: pobres, ancianos, discapacitados, homosexuales, grupos minoritarios. Estos temas deben estar en la agenda de cualquier grupo político moderno. Es necesario canalizar las protesta, permitir que se realice sin dañar a la mayoría, pero no se la puede erradicar. Es parte de la democracia que vivimos. Sigue siendo necesario pedir lo imposible.

La gente no es obediente, quiere más libertad. Es consciente de que tiene derechos y en Occidente todos los días aparecen más derechos. Vamos a una sociedad que será más libre, sin que se vean cuáles serán los límites a esa libertad.

*Miembro del Club Político Argentino. Profesor de la GWU.