Miedo y desconfianza

¿Y cómo le digo a mi nieta que mi generación tenía un país de paz y no supimos defenderlo? ¿Cómo puedo enseñarle que la verdad es la base del coraje, del desarrollo, si no fuimos capaces de exigir a nuestros líderes a que vivan la verdad y nos acomodamos a sus mentiras? ¿Cómo puedo pintar de colores su futuro, si lo que ahora tengo es días sembrados de violencia, mentiras y cobardía?

¿Cómo puedo decirle que el diálogo y el respeto al otro es el mejor y hasta el único camino que un ser humano debe transitar, cuando, en este instante, mientras escribo estas líneas, en la frontera norte de mi país, allá donde existe una línea que divide a dos pueblos hermanos, las armas vomitan su contenido de muerte y dolor?

No, no puedo pedirle a mi nieta que juegue, que ría, que salte, brinque, siga riendo, si en estos momentos, mi corazón sangra por los caídos en una guerra absurda, sin sentido, en que el único objetivo es traficar con la libertad y la salud mental de tantos y tantos seres humanos que la perdieron el día que sometieron su vida a una droga.

Tampoco puedo sentarme a jugar con ella mientras el miedo de que un ataque se produzca en mi barrio, en mi ciudad, en mi provincia o en mi país; cuando siento el temor en mis células de que una cobarde y vil bomba explote provocando el derramamiento de sangre inocente.

¿Cómo le cuento que estamos inmersos en una guerra en la que el miedo, el temor, el pavor y la desconfianza han inundado nuestra mente y nuestro corazón? ¿Cómo le explico que la desconfianza también está presente porque desde hace unos años, los líderes nos han mentido, nos han engañado y nos han robado? ¿Cómo puedo confiar en que la verdad oficial es verdadera? ¿Cómo puedo aceptar sin reservas que están tomando las acciones que dicen que las están tomando? ¿Cómo puedo saber si los tanques, los aviones, las balas y los ejércitos podrán devolvernos la paz y la seguridad, cuando al frente de ellos están los móviles fantasmas de la guerra de otro país y que ahora buscan enquistarse en el nuestro? ¿Será posible identificarlos si no tienen uniforme? ¿Cómo luchar contra ellos, si no buscan atacar ni defender territorio? Ellos apenas buscan sembrar el miedo y la desconfianza para seguir lucrando con el tráfico de drogas.

¿Cómo puedo decirle a mi nieta que duerma en paz, que nada le puede pasar? Si por el momento, ellos, esos ejércitos invisibles van ganando esta guerra, porque el miedo y la desconfianza ya nos pertenece.