Desde el dolor

Fausto Jaramillo Y.

Escribo desde el dolor. No los conocí pero los siento míos. Los siento como seres humanos, como ecuatorianos y como periodistas.

Fueron secuestrados cumpliendo su deber. Sabían que había peligro pero no tuvieron temor ni miedo, fueron a recoger, desde la misma fuente, todos los detalles de aquel maligno suceso que enlutó a 4 familias ecuatorianas, sin sospechar que ellos aumentarían esa cifra a 7, y a lo mejor ya son 8.

Corrieron el riesgo porque eran periodistas y como tales sabían que el deber de informar está por encima de los propios prejuicios, de las propias angustias, de las propias sospechas, de las íntimas inquietudes.

Nunca dijeron que no a una cobertura, por más lejana y peligrosa que fuera. Tomaron su pluma, su cuaderno, su cámara y se embarcaron en el vehículo que los llevaría a lo desconocido porque debían desvelarlo. Las declaraciones oficiales siempre son incompletas, cuidadosas de lo que se dice y temerosas de lo que se calla. La verdad oficial siempre busca resaltar la imagen de la autoridad, mientras que la verdad del periodismo es producto de la tenaz búsqueda que se esconde tras los detalles no dichos, de las palabras calladas y de los gestos reprimidos. La verdad oficial no es verdadera, la verdad periodística puede ser incompleta pero jamás premeditada.

Ellos sintieron correr por sus venas la adrenalina de su profesión y de su responsable misión, por eso, los imagino sorprendidos y asustados en el primer momento de su secuestro, pero luego tomando notas en su mente, mirando cada detalle, escuchado cada palabra, con la esperanza de escribir la nota a su regreso.

No han regresado. La maldad humana los ha impedido de que vuelvan a reunirse con sus familias y amistades. La vulgar y detestable ambición del dinero que permea la vida de quienes tienen una consciencia frágil y maleable, de aquellos seres que engrosan sus bolsillos negociando la seguridad de otros seres, la nauseabunda corrupción evidenciada en viles contratos que ponen en riesgo la integridad de quienes vivimos en paz y en confianza, los delincuentes que trafican con la salud y la dignidad, todos ellos son los culpables de que nos sigan faltando 3 o 4 ecuatorianos.

El dolor producto de la impotencia, la angustia producto de los negros nubarrones que se acercan al cielo de la vida de los ecuatorianos, remueven mi espíritu. No es hora de lamentos ni de lágrimas, es hora de responder con la misma actitud de responsabilidad y coraje que demostraron los 3 periodistas que han caído cumpliendo con su deber de buscar la verdad para informarla.