Empobrece a todos

Daniel Marquez Soares

Tras muchos años, tenemos frente a nosotros una América Latina sin mandatarios fuertes y populares. Los caudillos continentales de hace una década, con las arcas llenas por el boom de las ‘commodities’ e índices de aceptación que rompían récords, brillan por su ausencia en las fotos de las nuevas cumbres presidenciales. El poder está en manos de otros.

La historia está llena de ideologías, religiones y movimientos derrotados de forma apabullante, de los que no quedó vestigio ni militante. Muchos quisieran hacer lo mismo con el otrora llamado socialismo del siglo XXI: extirpar hasta el último funcionario que se haya colado en el Estado y la última idea que haya implantado en la sociedad. Hacerlo es muy difícil, en tanto dicha corriente dista mucho de haber sufrido una obscena e indisimulable derrota.

La prohibición de la reelección indefinida, que en teoría sirve para proteger a los electores de sí mismos, dejó fuera de la contienda a exmandatarios que aún tienen gran popularidad. Otros, como Correa y ahora Lula, han visto sus carreras terminadas gracias a maniobras que reflejan más el carácter calculista de sus oponentes poderosos que la voluntad popular. No han perdido su poder en una contienda electoral justa y franca.

Resolver confrontaciones políticas con legalismos a la medida o torciendo la ley cuanto se pueda sin romperla, resulta tóxico para la democracia. Esos procederes dan argumentos a cínicos y escépticos, y contribuyen a profundizar la sensación de indefensión y la fe en la ley de la selva entre la gran masa de electores. Crean personajes incómodos, supuestos reyes sin corona, que enturbian el sistema político. Empobrecen a los propios perpetradores, quienes adquieren el irresistible mal hábito de resolver los problemas por la vía torcida e incitan a la venganza que, tarde o temprano, llega con hambre atrasada.

La izquierda latinoamericana no fue fuerte porque se apropió del Estado, sino que se hizo con el Estado porque tuvo apoyo popular. La verdadera pelea es cambiar eso; hasta entonces, por mucho poder que se niegue, se usurpe o se arrebate, no se ha avanzado nada.

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