Pascua florida

Luis Fernando Revelo

Cuenta una historia que San Francisco de Borja, desde los 18 años estaba en la corte de Carlos V y a los 29 fue nombrado Virrey de Cataluña. Ese mismo año, recibió la misión de conducir los restos mortales de la emperatriz Isabel hasta la sepultura real de Granada. Él había visto muchas veces a la deslumbrante emperatriz engalanada con todas las riquezas de la corte. Al abrir el féretro para reconocer el cuerpo, un olor nauseabundo hizo retroceder a los presentes.

El rostro de la que fue bellísima emperatriz estaba ya en proceso de descomposición. Cuando vio el terrible efecto de la muerte, aquello le impresionó vivamente. Comprendió la caducidad de la vida terrena y tomó entonces su famosa resolución: “¡Nunca más servir a señor que se me pueda morir!”. Fue el duque que renunció a riquezas y poder, se convirtió en el humilde y santo sacerdote que sirvió a Dios, a su único Señor que por ser eterno, no puede morir.

El cuerpo de Cristo no entró en corrupción. A los tres días se levantó victorioso de la tumba dando un gran espaldarazo a todos aquellos que fueron sucios en sus jugadas, cínicos y desvergonzados. El viernes se burlaron de Él, rodaron la enorme roca hasta la entrada del sepulcro y pusieron centinelas al difunto. ¡Nada les valió, Cristo resucitó! Él vivió su pascua florida.

La pascua florida celebraba la resurrección del Salvador, pero simultáneamente celebraba la resurrección de la naturaleza y de la vida. Tras el letargo invernal adviene la verdadera primavera. Los cristianos celebramos la victoria de la vida sobre la muerte.

Cristo ha resucitado como primicia, pero su pasión continúa en todos los que sufren. Con la fuerza del Resucitado arrimemos el hombro en la espera de la mañana gloriosa cuando florezca de nuevo el almendro de la esperanza.