A sufrir se ha dicho

Fausto Jaramillo Y.

Negros nubarrones nos trae siempre el invierno, pero, confiamos en que pronto llegará el verano y sus vientos despejarán los cielos y brillará el sol. Ojalá la vida de los pueblos se rigieran por estas normas de la naturaleza, lastimosamente, no es así.

En la historia del país, los nubarrones han estado siempre presentes: desde los vaivenes políticos del militarismo, de las tiranías, de los líderes mesiánicos del populismo hasta la incertidumbre y la incomprensión de lo que verdaderamente significa vivir en una democracia.

En estos días, la violencia sin fronteras atenta contra nuestra seguridad y la corrupción rampante amenazan nuestra economía. De la primera, es decir, de la inseguridad apenas conocemos nada, pero el temor y el miedo ha comenzado a regarse en la sangre ciudadana. Por varios años hemos conocido, pero hasta ahora, no hemos sufrido sus consecuencias, el significado de la palabra terrorismo, es decir, esa violencia mayor que se ceba en la población civil a pretexto de cierto ideal, ya sea político o religioso, pero que, sin saber ni cómo ni cuándo golpea las puertas del infierno y vidas humanas son sacrificadas sin objeto ni defensa. Los que así proceden se autocalifican idealistas pero actúan como asesinos. Esa violencia, en los últimos tiempos, se transformó en cualquier cosa, menos idealismo. Sus nexos con el narcotráfico, en unos casos para financiar sus ilícitas actividades, y en otras por la simple ambición de tener dinero, la han desfigurado y ahora se parece más a la que emplean los delincuentes antes que una lucha armada.

De la segunda, apenas si hemos empezado a conocer la profundidad de sus raíces. Sabíamos o sospechábamos que al manejar los recursos del Estado, ciertos funcionarios no lo hacían con la pulcritud y honradez requerida, pero nunca imaginábamos que las cifras desviadas eran tan llenas de ceros a la derecha, tantos que ahora deberemos pagar una deuda externa tan grande y a tan altos intereses que no nos alcanzará la vida para hacerlo y por eso lo deberán hacer nuestros hijos y nuestros nietos.

Dos grandes males que envuelven al Ecuador y que para hacerlos frente hace falta saber la verdad, y en eso, las autoridades de control tienen la palabra, sin persecuciones ni componendas deben actuar hasta descubrirla; por nuestra parte, es decir, la ciudadanía debemos aceptar nuestra responsabilidad de nuestras equivocaciones y de nuestra ceguera, pues, a pesar de las evidencias, aún seguimos “adorando” a aquellos falsos dioses que por años nos han robado y nos han ubicado en esta situación.