‘El poder carcome al que no lo tiene’

Salvatore Foti

Son muchas las personas que piensan y declaran que el poder corrompe y hace daño a quienes lo ejercen. Sin embargo, los que saben del poder suelen afirmar que los únicos que se carcomen son aquellas personas que no lo tienen. Esto afirmaba Giulio Andreotti, uno de los personajes más influyentes de la política italiana del siglo XX.

Hoy estamos volviendo atrás y atentando contra el principio democrático que se sustenta en la alternancia del poder. Tener límites de mandatos y de tiempo es crucial para que podamos vivir en libertad. El voto popular jamás debería legitimar la perpetuación en un cargo y cuando pasa la sociedad que lo permite está enferma.

En China se quitó la norma constitucional que limitaba ejercer la presidencia por dos periodos y se dio paso a la reelección indefinida. Mientras tanto, Vladimir Putin acaba de ganar por cuarta vez las elecciones en Rusia. Hasta la “democracia por excelencia” de Estados Unidos por medio de Trump deja saber que también algún día deberían promover la reelección indefinida. Lo dijo como chiste, pero de chiste en chiste a menudo se dice la verdad.

El poder eterno contagia y nos debe recordar cuán imprescindible es preservar la alternabilidad en los cargos públicos. Empezar a identificar a los líderes más que al país es algo pernicioso que nos remonta a los momentos más oscuros de la humanidad. En nuestro continente los ejemplos de imperio más que república están a la vista.

Maduro sigue en el poder en Venezuela y nada deja presagiar que deje el mando cueste lo que le cueste a su pueblo. En Bolivia, Evo Morales optó para la reelección indefinida y en Colombia los gobiernos de derecha también buscaron caminos para tener más de un periodo.

Desde la izquierda hasta la derecha todos parecen estar de acuerdo con la reelección ‘ad infinitum’. Se están pasando los límites del decoro y de la decencia. Esperemos que pronto los ciudadanos comunes podamos reapropiarnos de la política y de la democracia que nos arrebatan sin que ni siquiera podamos reaccionar.

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