Marcistas

AUTOR Andrés Pachano

A propósito del aniversario de la revolución Marcista, bien vale recordar algunas coincidencias con la historia reciente. Para el efecto citaré insistente a Alfredo Pareja Diezcanseco.

Antecedente necesario: en 1841 luego de la guerra con Colombia país que por entonces volvió a su colonial nombre de Nueva Granada, retornó al país con aureola triunfante Juan José Flores; tomó Pasto para el Ecuador en victoria militar, pero como bien lo señala Pareja “…había empezado para el Ecuador su política de confiar para perder…”, fue engañado por los generales colombianos Herrán y Tomás Cipriano Mosquera, se ganó la guerra a costa de vidas, de territorio y “…Nueva Granada (Colombia) desairó a su pequeño y fraternal vecino…”. Ya en Quito, el ego de Flores obtuvo de la universidad un regalo: doctor Honoris Causa.

Prevalido de poder llamó a una convención nacional para anular la Constitución de Ambato, la de 1835: “…quiso pues hacer una carta política a su capricho, someter al Ecuador a una dictadura con disfraz de legalidad…” y como ‘cruel broma’ nació “La Carta de la Esclavitud”. “…Era el momento de realizar sus viejas ideas de dominio perpetuo y tiranía…” anota la historia. Se consagró la reelección para Flores, elegido por tercera vez Presidente y con vía libre para sucesivas reelecciones, “…se había convertido en un dictador absoluto con una ley al tamaño de su bolsillo…”
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El fin de la tolerancia llegó, el país se levantó; ya en 1844: “…en Ambato el pueblo se adueñó de un cuartel…”. El 6 de marzo de 1845 en Guayaquil estalló la revolución liderada por Elizalde, Otamendi el ‘Negro’, Fernando Ayarza, coroneles y el civil Gregorio Cordero; ayudados por el pueblo se tomaron con sangre los cuarteles, en la nación se replicó el pronunciamiento. Flores se atrincheró en Babahoyo, en su hacienda La Elvira; durante meses se combatió a sangre y fuego y el 17 de junio se firmó el convenio de la “La Virginia”, en el que, a más de convocarse a una Asamblea Nacional, se consignó: “… Flores se separa del ejército, conservando su grado, sus honores, su renta, y un regalo de veinte mil pesos para que tuviera agradable pasar en el viejo mundo…”.

¿De quién se acuerda?